Triques
Un sobre se miraba salido de mi caja de triques, amarillento y desgastado por el tiempo. Lo vi cuando intenté bajar mi caja de archivos laborales. Al querer arrimar aquella caja de triques se vino abajo pegándome en la cabeza, maldije mi pereza por no haber acomodado mis cosas en ese desordenado ropero. Se desparramaron por el suelo mis recuerdos hechos cartas, fotos y uno que otro dibujo. Ya ni siquiera pude bajar mi archivero. Sin más remedio me puse a levantar mi caja y a meter poco a poco aquel desorden en la misma... tenía algunos años que no abría esa ventana en el tiempo... los recuerdos poco a poco vinieron a mi memoria, las fotos de la primaria y el montón de amiguitos que no volví a ver por haberme cambiado de ciudad, las cartas de las amigas, las de mis novios y las fotos de mis padres, que tristeza tan profunda me llegó de comenzar a ver una a una sus caras y lo felices que habíamos sido en aquellos años... qué daría por volverlos a ver, lo que fuera me dije a mi misma. En una de aquellas nostálgicas fotos, apareció mi expareja, el amor de mi vida, se me fueron en un momento los tres en un solo accidente en el que desafortunadamente yo no estuve. Ya no pude reprimir mis lágrimas, no sabía cómo había aguantado tanto tiempo sin ellos, en esta quemante soledad, tal vez el trabajo y la rutina fue lo único que me quedó en esta vida. Ya no quería pensar más y al intentar meter todo rápido a la caja, vi el sobre causante de mi tristeza, lacrado, no recordaba haberlo tenido, además no era un tamaño que pudiese pasar desapercibido. Me dio un poco de temor abrirlo, pero al mismo tiempo mucha curiosidad; al abrirlo no podía parar de llorar al ver que traía una carta y una flor, la primera que él me regaló, aquella rosa color mamey que tanto trabajo le costó conseguir para pedirme que fuéramos novios. Ya no quería ni leer la carta al pensar que seguramente por un descuido nunca la vi mientras él vivía. De todas maneras no resistí más la curiosidad y la leí:
“Viviana, amor mío, estés donde estés, hoy quiero recordarte que te amo y que quiero estar contigo hasta el final, guardé esta rosa que encontré en tu libro favorito, yo sé que te molestaste cuando no la encontraste en su lugar, pero aquí está, la puse en tu caja de recuerdos porque sé que cada vez que te enojas conmigo te pones a verla, así que esta vez que veas tu cajita el enojo te durará mucho menos (soy un loquillo, lo sé). Quiero pedirte que abras la flor, porque ahí encontrarás un anillo que mandé hacer para ti. Trae nuestros apodos secretos, pequeña traviesa, me pusiste un apodo demasiado chistoso para olvidarlo “aguacatito”, pero yo no me quedé atrás “chupirul” jajaja (piensa en mi cara de malvado y mi risa perversa), gracias por todo este tiempo juntos. Algo más, quiero que huelas la rosa para que sientas que estás a mi lado y te trasportes hasta donde yo esté... Besos.”
A los dos días la señora de la limpieza encontró a Viviana tendida en el suelo del cuarto, esbozando una frágil sonrisa, sosteniendo una seca flor en la mano y todas sus cartas formando un lecho de recuerdos en torno a ella. El diagnóstico fue que murió de un infarto, aunque, es posible que su flor la transportó en realidad con su amado. Nunca se sabe.