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 2a edición (2014) 

 

Cempasúchil continua con otra edición aumentando la participación de los autores. Es emocionante los temas que se tocan y como el proyecto sigue creciendo. 

Historia de terror

¿Eres tú?

El día que se desapareció mi credencial, estaba muy molesta porque pensé que eras una maldosa al ponerla en otro lugar y que no era la primera vez que las cosas no estaban en el lugar que las había dejado. Tú dijiste con esa cara de miedo con que solías decir algunas frases, que los duendes habían movido las cosas. Otro día sin más se prendió la licuadora, vaya susto que me dio.

Ruidos extraños en la madrugada se comenzaron a escuchar un día y yo asumí que era el gato de la vecina, sin embargo había noches que no podía evitar el miedo. Alguna vez me dijiste que se irían con palabras altisonantes, y a las tres de la mañana que era su hora preferida para los ruidos, me tenías mentando madres. De pronto y sin explicación alguna, todo cesó. La verdad es que recuerdo tu cara de felicidad y alivio cuando dijiste que ya no se oía nada.

A los pocos días de tu súbita partida, la tristeza y el vacío rondaban mi cuarto y mi mente, seguía dando vueltas en mi cabeza esa pregunta sin respuesta, ¿por qué te fuiste así? El doctor dijo que te había consumido el cáncer poco a poco y muy sigilosamente; un solo día te dolió el estómago y al otro ya no estabas conmigo. Nunca pensé que la vida se pudiera terminar así, y mucho menos tu vida.

Un mes después los ruidos comenzaron nuevamente, hace una semana al estar preguntándome nuevamente ¿cómo estarías? Una botella inexplicablemente comenzó a moverse, me sobresalté por el hecho de saberme más sola que nunca y ya ni siquiera podía compartir mis miedos contigo. Decidí salir de viaje para calmar mis nervios y mi tristeza, que inocente me vi. Esa misma noche en el hotel me quedé dormida de tanto llorar y me desperté diciéndote que no jalaras mis sábanas, me llené de miedo al verme sola. Pensé que sería un mal sueño y que yo misma las había quitado. Al día siguiente como a la misma hora, fue lo mismo, volvieron a jalar mis sábanas, sólo que esta vez estaba mirando la televisión. Me llené de pánico y decidí que al otro día a primera hora dejaría la habitación. Así lo hice y regresé a casa. Le pedí a mi amigo Ramón que se quedara conmigo porque yo estaba llena de miedo al dormir sola. Esa noche se escuchó un pequeño ruido y Ramón se puso a orar en voz alta y el ruido desapareció.

Al día siguiente se fue Ramón y la noche pasó tranquila. Mi vida se fue relajando poco a poco. Hoy en la oficina hice un pequeño corazón en una hoja de un reporte y sin ninguna explicación bajó suavemente una pequeña pluma blanca que se posó sobre el corazón que había dibujado. En ese momento parecía como si la mente se me hubiera iluminado y al mismo tiempo me llené de una tremenda decepción hacia mis temores ¿y si los primeros ruidos fueron para avisarnos que estabas cerca de la muerte? ¿Y si después de tu muerte tú eras la que estabas a mi lado para que no me sintiera tan desolada? yo misma te alejé…

Por Alina Muñoz

Leyenda

El nahual

El tema de los espantos siempre estuvo latente en la familia, y quien tenía la mayor cantidad de historias sobre naturales o de espantos era mi abuela materna. Ella contaba que en más de una ocasión la espantaron porque vivió en lo que fue un convento, y que cuando lo empezaron a derribar encontraron sepultados los cuerpos de monjas y bebés. A veces íbamos a su casa, y en la tarde nos reuníamos con ella en la cocina y a medida que iba cayendo la tarde e iba oscureciendo, nos platicaba historias de aparecidos, de la llorona, del jinete sin cabeza, y sobre todo del nahual, un personaje que tenía la capacidad de transformación y convertirse en un animal como un perro o burro.

A pesar de que mi papá era escéptico y no creía en esas cosas, él vivió su propia experiencia. Nos platicó que a él también se le apareció un nahual en forma de perro. Dice que ya era de noche e iba caminando por la calle rumbo a casa cuando sintió que alguien lo empezaba a seguir, por lo que empezó a caminar más rápido, pero sentía que aun así lo seguían. Se detuvo y giró su cabeza hacia atrás y vio a un perro muy grande que lo miraba fijamente, decía que los ojos del perro eran como dos brasas ardientes y esa mirada le dio mucho miedo. Nos platicó que no supo cómo le hizo pero en un instante empezó a correr sin voltear atrás, hasta que llegó a la casa.

Años más tarde yo viví una experiencia similar a la de mi papá. En aquel entonces era un adolescente y también un escéptico. Como cualquier muchacho me gustaba reunirme por las tardes con mis amigos de la escuela en el centro de la ciudad. Cuando caía la noche cada quien regresaba a su casa y en mi caso, para entrar a la colonia donde vivía tenía que cruzar las vías del ferrocarril. En cierta ocasión se me hizo tarde y era casi medianoche cuando regresé a casa. Una cuadra antes de llegar a las vías del tren sentí las pisadas de un animal atrás de mí y me vino a la memoria la experiencia que había vivido mi papá años atrás. Sintiendo que la piel se me erizaba, me detuve y en ese momento deje de escuchar las pisadas atrás de mí. Con todo el miedo que sentía, miré hacia atrás, esperando ver que los ojos del animal fulgurasen como las brasas ardientes que vio mi papá, pero en lugar de eso, lo que vi fue a un perro negro no muy grande que al ver que volteaba a verlo meneaba la cabeza volteando hacia otros lados. En ese momento pensé que se trataba de un perro callejero, pero aun dominado por el miedo, seguí caminando más rápido, y otra vez sentí las pisadas del animal que me seguía. Cuando llegué a las vías del tren las crucé y eche a correr una media cuadra. Cansado y sudando, voltee hacia atrás y me di cuenta que el perro se quedó parado sin cruzar las vías del tren. 

Los días pasaron y yo regresaba a mi casa temprano, hasta que un día se me volvió a hacer tarde para regresar y nuevamente, casi en el mismo lugar que la vez anterior empecé a oír las pisadas del perro, y me volvió a suceder lo mismo; al voltear, el animal, desviaba la cabeza, y cuando llegamos a las vías del ferrocarril, se detuvo ahí. A partir de entonces, empecé a llegar más temprano a mi casa y ya no me dieron ganas de investigar si el animal era un perro o un nahual, o si la razón por la que no podía cruzar las vías del tren era porque hacia el signo de una cruz.  

 

Por Daniel M.

Leyenda

Historia de día de muertos

La historia que les contaré, dicen que sucedió en un joya de Orizaba, Ver. Uno de sus tantos cerros, cuentan que un Señor llamado Juan tenía poco tiempo de haber enviudado pero era una persona que no creía en que el día de muertos venían realmente los fieles difuntos y mucho menos que se llevaran la esencia de la comida, la fruta, el aroma de las flores, etc. Como tradicionalmente se decía, además ahí se acostumbra que el día 2 de noviembre todos van al panteón a dejar flores y a limpiar las tumbas. Un amigo del Sr. Juan le preguntó que si no iría a dejarle flores a su esposa a lo que él le respondió que eso eran tonterías que en que cabeza cabía la idea de que Dios les iba a dar permiso a los muertos para regresar un día al año para estar con sus familias, eso es un absurdo. Total que se fue a recoger leña para su casa, pero antes de salir, miró el altar donde estaba la foto de su esposa y le dijo: “si de verdad vienes, ahí te dejo esta piedra para que no te vayas sin nada”.

Salió de su casa azotando la puerta, se fue por un camino que daba al cementerio pero se desvió un poco para cortar leña primero, cuando de repente escuchó voces, primero pensó que eran las muchachas que van por agua a un pozo que estaba como a unos 500 metros, pero luego escucho risas, cantos, mucha algarabía, cada vez lo escuchaba más y más cerca pero se asomó entre las matas de plátano y vio que no había nada, en ese momento sintió como si se hubiera quedado sordo, no escuchó ningún sonido, solo silencio….  Sintió que la piel se le erizó, pero decidió no hacerle caso, continuó cortando leña cuando otra vez volvió a escuchar las voces pero esta vez también escucho un llanto triste, lastimero como si alguien estuviera sufriendo mucho.  Esta vez se angustió tanto que no pudo evitar asomarse al camino que va al cementerio, y lo que vio lo dejó perplejo. Iban las almas de los fieles caminando. Algunos con velas, otros con flores, iban riendo y cantando, se veían felices sin embargo al final iba una mujer llorando y cargando una piedra. Ella era su esposa. El señor Juan hecho a correr cerro abajo, al llegar al pueblito empezó a llorar y no podía hablar. Sus amigos no entendían lo que le pasaba y conforme les fue contando, a él se le subía la temperatura del cuerpo, estuvo varios días enfermo.

Ya para el siguiente año, en el altar de su esposa puso de todo. La recordó con cariño, añorando un día llegar con ella y estar juntos otra vez. Al finalizar el 2 de noviembre de ese año, el señor Juan se quedó dormido en la noche sin despertar nunca más.

Por ETM

Historia de terror

Sombra

I

Llevaba tres horas escarbando, la piel ya no era suya, la tierra sí. Sus uñas eran ásperas, cafés - ¿o negras?- irreconocibles para él mismo. Por fin salió a la intemperie y las luces ya no eran las mismas de siempre para él. Anduvo vagando por horas sin saber qué hacer. Todo era doloroso pero dulce a la vez; los jardines, las avenidas, las casas, la acera, los perros, los postes con sus luces blancas, los árboles y el movimiento de la noche; todos aquellos lugares eran ahora reconocibles pero seguros e inseguros a la vez. Tenía la certeza de haber caminado por ahí cientos de veces y también era un extraño caminando por esas mismas calles. Ellas, eran las calles que más reconocía y a la vez olvidaba. De vez en cuando (al pasar) veía cómo las luces de algunas casas se encendían (pensarían que era un ladrón) y se apagaban a la distancia de varios pasos, sentía un estupor corroyendo su ser.

II

Todos dormían sin duda, la quietud de la noche no invitaba a otra cosa más que a la calma, descanso y sueños. Él caminaba y todos dormían. Estar en otro mundo y estar a la vez en el mundo humano le hacía ver que de algún modo nadie se escapa de su humanidad, pero esta noche todas las cosas eran irreconocibles, inconcebibles… todos los pensamientos fluían y se aquietaban, en el mismo orden, en el mismo tiempo, era humano y también no lo era ¿qué pasaba? Todo era incomprensible. La existencia misma no era comprensible. Nada, absolutamente nada podía ser puesto a comparaciones. Ahora, ¿qué valían los preceptos, los postulados, los sistemas, los pensamientos comunes? El sentido común era un edificio derrumbado una y mil veces.

III

No había nada qué hacer, para él no había esperanza ni desesperanza ¿no había ni siquiera una ocasión de cambiar nada? No, no la había, todo era tal como era. La noche, la soledad, la oportunidad-inoportunidad… la luna silenciosa. La ciudad estaba entera y a la vez deshecha y estaba vigilante. No, ahí no había otra cosa que recuerdos y presente sin futuro. Se preguntó también por el estado de la humanidad y concibió este penoso pero concienzudo pensamiento: “la humanidad, vive esperando lo que nunca pasará, la humanidad vive en la ilusión de lo ilusorio, nunca ve lo que a sus ojos acontece”. También comprendió que muy pocos no entran en este pensamiento fracasado. Siguió caminando por calles reconocibles y también irreconocibles, transformadas. En cada paso él sentía que la ciudad, que su nación, que su vida, habían cambiado totalmente.

IV

No entendió por qué sus pasos eran pasos, sin embargo seguía caminando, sus pies eran deformes y su cuerpo entero no respondía como solía hacerlo, no tenía sed, no tenía hambre, no tenía sueño, y no sentía cansancio pero tampoco se sentía satisfecho. Estar caminando por aquellas calles era también algo intrincado y cargaba con una supuesta nomenclatura de aquella ciudad-prisión que a veces lo atormentaba. Sí, estaba parcialmente atormentado por sus recuerdos, pero inmediatamente estaba seguro de que eso no significaba nada. Era como si estuviera anclado a la habitual forma de vivir y también era como si la estuviera olvidando, dejando. Estaba de por sí en otro mundo reconociendo parcialmente el mundo humano.

V

Sus pasos y nada más que sus pasos lo llevaron a ese sitio, era un edificio viejo, abandonado, apartado del resto de las casas y comercios en aquella calle. El entorno era irreconocible para él, era como si de repente hubiera solamente aparecido allí, aunque tenía la noción de haber caminado. Ahora todo en su pensamiento se entrecortaba y daba girones, y los recuerdos aparecían y desaparecían, en algunos instantes algo dentro de él se asemejaba a sentimientos, pero eran lapsos demasiado breves. Seguía caminando, inevitable era el movimiento que lo llevaba a algún lugar, en realidad se dio cuenta de que desde que estaba escarbando no podía hacer algo como parar, parar la actividad, el mirar, el caminar, el reconocer, el seguir y seguir. No, no podía parar, no había algo semejante a una orden que sugiriera eso. Alguna cosa lo empujaba o lo obligaba a seguir, pero él bien sabía que no era la vida y quizás tampoco la muerte.

VI

Ahora se encontraba ante la puerta entreabierta de una habitación. Nadie más se encontraba dentro de todo el edificio, algunos pasillos y cuartos estaban solamente iluminados por la luz de la luna, otros eran hondamente obscuros, sin embargo en la habitación a la que él llegó había un foco prendido que colgaba del techo con un cable muy maltratado. Este foco desprendía una luz que delineaba claroscuros nítidos y concisos. En la habitación no había objetos que indicaran que alguien estuviera pasando los días allí, no había rastros de comida ni de basura, y tampoco había objetos grandes como muebles, a excepción de una silla maciza que estaba situada a unos dos pasos de una pared muy lisa pero desgastada, era una pared que más bien asemejaba un espejo o una pantalla, en ella estaba plasmada la sombra de un hombre y una cuerda. Él empujó la puerta entreabierta con una mano que lo hacía por sí sola, así como también un cuerpo que cerró esa misma puerta después de entrar la habitación, era un cuerpo que desde que salió de la tierra que escarbó hacía todo por sí mismo. Era un cuerpo que de una manera casi automática fue y se amarró por el cuello dejándose colgar al patear aquella silla, hasta quedarse inmóvil como no había podido hacerlo, hasta quedarse inmóvil en la perfecta posición de aquella sombra de un hombre ahorcado. Ahora él y aquella sombra eran el mismo.

 

Por Jingo

Historia de terror

Cuarentas

Sus ojos ya no tenían remedio. Fabián cada día que despertaba veía un poco menos. Su vista se tornaba borrosa y el doctor no le daba esperanzas. Su esposa, María, trataba de animarlo diciéndole que todo se solucionaría pronto, que únicamente debía de tener fe en dios. Sin embargo, Fabián estaba a punto de dejar de creer en dios, en cada segundo de su vida, confirmaba que dios lo había abandonado.

Un día Fabián se levantó como de costumbre para hacer el desayuno. Ese día tenía que ir la clínica oftalmológica para que le extendieran la incapacidad. Abrió los ojos y sólo veía una fuerte luz que lo deslumbraba. Algunas veces ya le había pasado, así que tallando sus ojos como en las otras ocasiones creyó que se solucionaría. Talló una y otra vez esperando recobrar un poco la vista pero fue inútil.

Trató de encontrar sus pantuflas color azul marino con huellitas de perrito que le había regalado Bianca, su hija. Con los pies tocaba repetidamente el suelo una y otra vez intentando encontrarlas pero fue en vano. Desesperado se levantó de la cama y comenzó a gritarle a María. Con las manos tocaba las paredes y se apresuraba a llegar a la cocina pensando que María podría estar ahí. Al llegar al pasillo, dio un paso tenue sobre un objeto que estaba tirado y cayó al suelo de inmediato. Era un carrito pequeño y viejo con el que jugaba su nieto Pepito, cuando los visitaba los fines de semana. Su cara golpeó el suelo y su antebrazo se rompió al no poder sostener el peso de su cuerpo. Asustado por el dolor que sentía continuó gritándole a María, pero está no respondió. Sus ojos de pronto se cerraron y cayó en un profundo sueño.

María llegó dos horas después y lo encontró tirado e inconsciente aun en el suelo. Corrió a casa de sus vecinos y les pidió que le ayudaran a levantarlo. Lo llevaron al hospital y lo revisaron por completo. Tenía el brazo roto y la cara hinchada. Bianca y María lo veían con lágrimas en los ojos. Tuvieron que pasar cerca de tres horas para que Fabián despertara. Cuando esto pasó, él había olvidado lo sucedido sin embargo al abrir los ojos, el recuerdo le vino de golpe a la mente. Permaneció dos noches en el hospital, se sentía deprimido e incluso sin ganas de vivir.

Estaban a punto de darlo de alta cuando María recibió una llamada a su celular. Era el Dr. Jiménez, les tenía una buena noticia, pues un hombre joven acababa de morir y había donado sus órganos. Las corneas de aquel muchacho eran las destinadas para devolverle la vista a Fabián. María entusiasmada le contó al doctor de ese hospital lo sucedido, él le comentó que lo mejor era trasladar a Fabián hacia la clínica para que hicieran el trasplante en cuanto antes.

Así lo hicieron, la inflamación de la cara no impedía poder hacer el trasplante. Pasaron alrededor de cuatro horas para que autorizaran el traslado de Fabián y al llegar a la clínica, el quirófano estaba listo. La cirugía transcurrió sin complicaciones y al otro día Fabián había despertado, tenía que esperar un par de días para saber si había resultado y si su cuerpo no había rechazado el trasplante.

Lentamente y con incertidumbre pasaron aquellos días en espera de un resultado satisfactorio. Ya era el momento de descubrir los ojos de Fabián para poder conocer si había funcionado. Llegó el Dr. Jiménez cerca del anochecer y quitó con cuidado la venda de los ojos de Fabián, quien poco a poco fue abriéndolos y un flashazo de luz los iluminó de golpe. En seguida comenzó a ver bultos borrosos a lo lejos y las imágenes se fueron definiendo a cada segundo que pasaba.

María y Bianca esperaban escuchar alguna palabra de la boca de Fabián. Él con lágrimas en los ojos giró la cabeza hacia donde estaban ellas y de pronto soltó una carcajada de felicidad. Ahora podía ver a su esposa y a su hija. Por un momento pensó que ya apenas recordaba sus rostros. Era como si las hubiera dejado de ver por años.

Ellas emocionadas corrieron para abrazarlo. El doctor con una sonrisa, se acercó a la cama de Fabián para estrechar su mano y felicitarlo. Le comentó que sólo esperarían unos días más para ver como su cuerpo reaccionaba al trasplante. Tuvieron que pasar tres días para que fuera dado de alta de la clínica. Su esposa pidió un taxi para trasladar a Fabián hasta su casa. Ya caminaban hacia la puerta principal, cuando una mujer los veía de cerca. Incluso se acercó para felicitar a Fabián. Ellos con la emoción le agradecieron el gesto sin preguntarse quién podría ser aquella extraña mujer.

Fabián se sentía inquieto queriendo llegar a su casa. Mientras iba en el taxi cerró los ojos por unos segundos pero al abrir los ojos comenzó a ver todo a su alrededor muy distinto. Los autos parecían de los años cuarenta, algunos se veían muy elegantes y caros. La gente que caminaba sobre las calles vestía atuendos de aquella época y el taxi en donde iba él, parecía serlo también.

Consternado pensó que quizás estaba soñando. Volteó a ver a María y le preguntó – ¿Estoy despierto? – A lo que ella respondió que sí. Aun así creía que estaba soñando, cerró los ojos e intentó dormir nuevamente dentro de lo que él creía era un sueño. Cuando llegaron a la casa María lo despertó para que bajaran del taxi. Al abrir los ojos todo se veía normal y en la actualidad, lo que había visto antes parecía ser realmente un sueño.

Con cuidado caminaron hasta la entrada de la casa. María abrió la puerta y adentro los esperaban algunos familiares con globos, gorritos de fiesta y un pastel para celebrar el regreso de Fabián, y por supuesto que había recobrado la vista.

Él, sonriente aunque un poco confundido, trató de festejar con todos. Por la noche todos se despidieron y la esposa de Fabián se fue a dormir. Sin embargo, él no podía hacerlo, le venían recuerdos a la mente de sucesos que no recordaba haber vivido. Cuando logró conciliar el sueño, una pesadilla lo despertó. Soñó que era otra persona en el pasado, en los años cuarenta o cincuenta. Todo se veía como lo había visto en el taxi por la mañana. Trató de no darle muchas vueltas al suceso y al día siguiente por la mañana, fingió con su esposa que todo estaba bien.

Transcurrieron los días y dichos sucesos fueron en aumento. Un día a María y a él se les ocurrió ir a cenar a un restaurante en el centro de la ciudad. Era un lugar que casi no visitaban pero que les gustaba mucho. Como en otras ocasiones entraron y pidieron mesa cerca de la pista para ver el espectáculo. Al llegar a su mesa pidieron la cena y unas copas de vino. Todo transcurría tranquilo y parecía ser una linda velada. De pronto Fabián se sintió un poco mareado y cerró los ojos. Los abrió en seguida pero aquello había regresado, vio pasar a unas vedettes bailando a lado de él, el escenario era distinto y mujeres semidesnudas bailaban sobre él. La música ya no era la que escuchaban minutos antes, era un sonido de rumba y más bailarinas salieron detrás de las vedettes. Era un gran espectáculo. Los hombres y mujeres que asistían al show, vestían sombreros y ropa elegante. Era como si Fabián se hubiera transportado a otra época en una máquina del tiempo, consternado comenzó a gritar y se desmayó.       

Dos horas más tarde despertó en el hospital, le estaban haciendo estudios para ver si su cuerpo estaba rechazando el trasplante. María esperaba impaciente afuera mientras rezaba para que todo saliera bien y Fabián pudiera conservar la vista. Toda la noche la pasó sentada en un sillón esperando noticias.

Cerca del amanecer una mujer se acercó a María para despertarla, le preguntó que si todo estaba bien con su esposo a lo que María respondió que no estaba segura, pues su esposo estaba teniendo visiones. La mujer exclamó que quizás su hijo había renacido en la vista de Fabián. María no comprendía lo que le decía esa mujer, al ver la extrañeza en la cara de María, ella le explicó que su esposo, su hijo y ella habían tenido un accidente semanas atrás. Su hijo había muerto por lo cual ella donó sus órganos, su esposo estaba en terapia intensiva y ella había resultado apenas con unos rasguños. Su hijo siempre había querido vivir en los años cuarenta, soñaba con ello cuando era niño desde que su abuelo, le contaba historias sorprendentes de aquella época. De repente salió un doctor y le confirmó a María que todo estaba bien en los ojos de Fabián, quizás tendrían que visitar mejor a un psiquiatra.

Cuando María volteó para contarle a la mujer, esta ya no estaba. Esa misma tarde, ella y Fabián salieron del hospital. Mientras iban en el taxi María le contó toda la historia y Fabián al escucharla decidió que jamás visitaría de nuevo a un doctor, mejor agradecería a dios que había recobrado la vista y podía apreciar la vida a colores.

Por Carmen C.

Fantasmas, muertos vivientes, psicópatas o monstruos podrían albergar cualquiera de estos lugares y paredes. Demos un recorrido por estos tenebrosos retratos que nos comparte la fotógrafa Adriana Escobar.

Fotografía por

Adriana Escobar

Historia de terror

Leyendas

Hay muchas leyendas que cuentan por acá, más que nada por los turistas a quienes les encanta escucharlas y hasta te dan una propina por saberte un pedazo de leyenda, la que sea, todo se creen sin reparo, tal vez les gusta la magia que encierran los relatos, para mi es una manera de ganarme la vida los fines de semana. Aunque haya mucha competencia para narrar leyendas, yo me junté con un grupo que lleva turistas a las minas, así que me gano unos buenos centavos. No tengo muchos estudios, terminé apuradamente el primero de secundaria, ya no había dinero para estudios y me dediqué a preparar los almuerzos para los trabajadores de las minas, primero acompañaba a mi mamá para ayudarle con su pesada canasta en la bicicleta y es que después del accidente en la mina, me quedé sin mi mano izquierda, mi mamá pensó que no me curaría, dice que me vi muy grave, pero siempre le dije que hierba mala nunca muere, lo malo es que ya no pude entrar a trabajar a la mina, por eso terminé ayudando a mamá. Hace ya muchos ayeres que ella se nos fue, y pues me tuve que quedar a cargo de mi hermanito Grabiel, al que todo mundo le quiere corregir el nombre, pero así le pusieron en el registro civil por orden del padrecito Gabriel y como mi madre no sabía ni hablar bien el español le dijo Grabiel al juez y pues así se le quedó. La verdad cuando mamá murió casi no sabía cocinar, siempre que ayudé a mi madre, constantemente me tenía que arrear para ayudarla, me costó mucho trabajo hacer las cosas con una sola mano y aparte no me gustaba ayudarla, pero sabía que si no me tocaban golpes con vara y la verdad es que dolía mucho, prefería ir de malas con ella. Fue poco lo que le aprendí a mi madre de cocinar, las primeras semanas pudimos subsistir con el guardadito que mamá dejó enterrado, y pues no me quedó otra más, que comenzar a cocinar, las primeras semanas no se vendían mucho los tacos, yo creo que me compraban más por lástima que por otra cosa, pos me la pasaba chillando de que ahora no estaba mi jefecita y Grabiel era muy pequeño para ayudarme, me tuve que superar solo y no sé si haga muy sabrosos los tacos pero se venden bien, procuro llegar temprano a la mina, porque si no me madrugan el trabajo las señoras de a lado.

Siempre había sido escéptico de todas esas leyendas, además fueron hace tantos años y ha pasado por tantas bocas, que si es que acaso sucedieron, ya están todas distorsionadas. Yo creo en Dios y mi Virgencita de los Dolores, mi mamacita decía que ella me salvó la vida de esa impresionante explosión que mató a tantos. En la mina hay cientos de leyendas y la mayoría de los trabajadores aseguran haber visto fantasmas o demonios.

Hace unas semanas, me vi al espejo como todas las mañanas para irme a trabajar, pero esta vez al estar peleando con mi tieso cabello para arreglarlo, vi una luz pequeñita en mis ojos, como si tuvieran luz propia, hasta se me eriza el cuerpo de recordarlo, porque quise enfocar mejor la vista para ver mejor esa luz y el espejo se tronó en dos círculos a la altura de mis ojos. Ya no pude ver bien lo que tenía en los ojos, pero se veía salir de las ranuras del espejo humo, como si se hubiera quemado en un momento. Lo único que pude hacer al momento en que el espejo se estrelló, fue cerrar mis ojos para que no me fuera a entrar nada en ellos. No le dije nada a Grabiel, seguramente diría que soy un mentiroso, además anda con que ya lo quieren casar por haber embarazado a su novia y anda abrumado, hasta me dijo que se quería ir para el otro lado para empezar una nueva vida. Grabiel ya no quiso estudiar, terminó la secundaria, se metió a la preparatoria, casi asistió un año completo pero ya no quiso ir; se metió a trabajar a una mentada zapatería en el centro, en lugar de que siguiéramos con el negocio o que estudiara más para que sea alguien importante, pero nada más vio que le empezaron a pagar y que le dieron su uniforme y ahí se quedó desde hace tres años.

Antes de que me dijera lo de su novia, yo había soñado a mamá mostrándome un bebé con la cara de Grabiel, luego me mostraba con señas que hiciera un hoyo en la cocina, segundos después como por arte de magia lo hacía y de ahí salía agua negra, se me hizo muy raro soñar a mamá así; ese día desperté sudando y con mucha fiebre, ni siquiera me pude parar para ir a trabajar. Con la falta que hace que trabajemos siempre ahora que le hemos hecho mejoras al jacal. Antes de morir mamá me dijo que nunca estaría lejos de mí, pienso que se murió preocupada por mi estado. Un día acarició mi cara y con lágrimas me dijo que era su ángel Jacinto, que tal vez ella sería la única mujer capaz de ver toda mi belleza. Las quemaduras de mi cara no eran muy agradables, pero ella siempre me dio muchos ánimos. Cada que me siento perdido le platico lo que me pasa y casi siempre siento que ella está conmigo y se me pasa. Y ahora con estos sueños y cosas raras que pasan pues no sé si ya me esté volviendo loco o que.

Hace dos semanas volví a soñar con ella tres veces, una vez más me pedía que hiciera el hoyo en la esquina de la cocina y me hacía señas de que recogiera todas mis cosas, que agarrara al bebé y que me fuera de ahí. Ese mismo día me llegó un papel del gobierno, que como no tenía escrituras de mi jacal, me iba a tener que salir debido a que tenían que expropiar todo el terreno para la nueva autopista que pasaría por este cerro. Yo no entiendo nada de eso, la verdad es que nunca se me dio lo de entender las leyes y nunca pensé que necesitaría papeles para tener mi casa. Y tampoco entiendo mis sueños, ya hasta dejé de cenar, a ver si mis pesadillas se me quitaban.

A principio de esta semana de verdad que me espanté, mamá estaba en la cocina cuando me fui a preparar mi café y a recoger las salsas del negocio, estaba parada justo donde en sueños me decía que hiciera el hoyo, cuando la vi, grité y desapareció, todo mi cuerpo se erizó, pero al mismo tiempo sentí el impulso de ir hacia ella y abrazarla, pues era mamá. Que confusión más grande tengo, creo que mamá realmente quiere que me vaya de aquí. Antier compré el pico porque como había arreglado mi cocina pues tuve que perforarla, para mi sorpresa encontré los huesos de alguien y una pequeña caja negra. Al agitar la caja, se oían monedas, así que me apresuré a destaparla, en efecto tenía muchos centenarios, tal vez no eran tantos, pero como nunca había visto uno me pareció un tesoro enorme. No tengo ni idea a quien pertenecían los huesos, ni que hacían debajo de la cocina ni por qué mamá nunca los utilizó, así que ahora son todos míos.

Grabiel dijo que como nos iban a quitar la casa que mejor él se iba donde su novia para vivir un tiempo allá con los abuelos de ella y después irse a buscar trabajo con los gringos. Agarró sus cosas y se largó desde hace dos semanas.

La caja la ando trayendo conmigo, no vaya a ser que se le pegue a alguien, de esto tampoco sabe nada Grabiel, es un tanto avariento y no quiero que le vaya a encontrar uso a mis monedas. Con mucho temor me acerqué al banco y le pregunté a una señorita que cuánto valía el centenario, un tanto burlona supongo que por mi aspecto, me dijo que para qué quería saber, le dije que tenía una moneda de esas, su actitud cambio de inmediato en cuanto se la mostré, quería que abriera una cuenta en ese mismo momento, me dijo que necesitaba la moneda y mi credencial ife; la verdad no tengo más que mi acta de nacimiento, con una gran sonrisa me dijo que con eso era suficiente.

Tuve que regresar a mi casa por el documento y al llegar me encontré a Grabiel y su novia con el bebé en brazos. Estaba bien chiquito el chamaco, agradecí que lo llevaran para que lo conociera, pero me dijeron los muchachos que no podrían cuidarlo que porque se iban a trabajar con los gringos, que los abuelos de ella ya eran demasiado grandes para cuidar de él y que mañana me lo irían a dejar para que lo cuidara mientras ellos regresaban. Les quise contestar que no podría cuidarlo, que no se fueran que tenía las monedas, pero Grabiel ni siquiera se fijó en el hoyo de la cocina, los vi muy decididos a los dos, además recordé el sueño de mamá y ya mejor cerré el pico. Le di el dinero que me pidieron, el que Grabiel sabía que tenía guardado, me lo pidió todo, realmente no le importó si me dejaba sin nada. Por eso accedí a sus dos peticiones y les dije que mañana los esperaba temprano que porque tenía cosas que hacer. Salí corriendo de ahí en cuanto los despedí, quería llegar al banco. Cuando me dijeron cuánto estaba metiendo al ahorro no podía creerlo que tan sólo con la mitad de las monedas tuviera tanto dinero.

Hoy se fue Grabiel y su novia, me quedé con Gabrielito en brazos, preparando mi equipaje pues tengo que desalojar el jacal, realmente ya no importa cuán difíciles se pongan las cosas, mamá siempre estará ahí para dar el siguiente paso.

Por María

Calaveras

Dibujo por Alina M.

Calaveritas

1

Estaba Lupita sentada,
Escribiendo un boletín,
Estaba desesperada,
Con todo y su calcetín.

La muerte ansiosa observaba,
A Lupita y su escribir,
Pues el boletín miraba,
Ella quería ahí vivir.

Hizo un pacto con Lupita,
Pues le gustó el boletín, 
La neta te veo muy marchita,
Ya no debes existir,
Pero si le echas ganitas
Yo te dejaré vivir.

La Lupita reasustada,
Comenzó a usar más color,
Pues amigos le han contado,
La muerte causa dolor.

La Calaca no estaba conforme,
Parecía muy a disgusto,
Pues algo veía muy deforme,
Lupita se moría del susto.

Faltan cuentos y dibujos!!!
Le decía la huesuda,
A tus amigos huevones,
Diles: "NECESITO AYUDA!!!"

 

Yo creo que mejor ya nos vamos
Pues van a cerrar el panteón 
Ya no aguanto los zapatos
Y me aprieta el pantalón...

Ahora Lupita está muerta,
Se la llevó la Calaca,
Se llevó pluma y libreta,
Para escribirle a la flaca.

Ya con esta me despido,
Pues yo ya me voy a mimir,
Hay muertos que no hacen ruido,
Y los vivos a vivir...

 

Por Laura

2

Calaverita Florencia

Han corrido rumores

De que Florencia es puritana

Pues en cuestión de amores

¡Al aire, ninguna cana!

 

Dudando de su pureza

La Muerte quiso tentarla

Y exhibiendo su belleza

Al mundo fue a visitarla.

 

La mujer medio dormida

Miró a la Muerte de frente

Quien ricamente vestida

Apareció de repente.

 

La calaca muy taimada

Le dijo que la invitaba

A una fiesta descocada

A ver si Flor se animaba.

 

La santita que decían

Se vistió como una bruja

Y los muertitos decían:

Ésta salió bien piruja.

 

Por Daniel M.

3

“Estaba la pájara pinta

Sentada en su verde limón”,

Así tarareaba Arminda

Una inolvidable canción.

 

Pero la calaca endina

De oír su voz envidió

Y de forma repentina

Prestada su voz le pidió.

 

Ni tarda ni perezosa

La niña dijo que NO

“Escuincla no seas babosa,

Sábete quien soy yo”.

 

La niña no le hizo caso

Y quiso seguir cantando

Más la Muerte con un lazo

A Arminda la fue jalando.

 

Ahora la niña canta

Desde su lejana tumba

Con vocecita que espanta

Bailando una alegre rumba.

 

Por Arminda

Minas en Guanajuato

La mina de "El nopal " está localizada en Guanajuato. Una mina con una gran historia, donde miles de mineros trabajaron y algunos murieron dentro de ella.

Esta foto fue tomada donde está el elevador que usaban los mineros para bajar varios metros a los túneles subterráneos. Lo sorprendente de esta foto, son los rostros que se forman en la parte inferior.

 

Pareciera que son rostros de seres, unos sonrientes y otros amenazantes. Obsérvala bien. 

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