“Un, dos, tres
calabaza”
Como cada año se hizo la convocatoria para participar con sus creaciones y aportaciones en esta quinta edición de Cempasúchil. Este año fue muy productivo, recibimos gran número de trabajos lo que hace que esta revista perdure por más tiempo.
Hubo diversos temas que abordaron los participantes, incluyendo tradiciones, leyendas, historias y una ficción sorprendente. De igual forma nos encontramos con fotografías y narraciones realistas y creativas que nos hicieron recordar épocas pasadas y situaciones difíciles, como lo fue el pasado sismo del 19 de septiembre y al cual queremos hacer un pequeño homenaje haciendo mención de él.
Es por ello que queremos agradecer una vez más su participación y pedirles que sigan contribuyendo con historias o leyendas durante el año, ya que ahora contamos con publicación escrita y audio-narración de las mismas. También queremos pedirles que estén pendientes de la convocatoria el próximo año para la sexta edición.
Y pues, un, dos, tres calabaza… y a leer.
Cempasúchil
El enano
Creación de Francisco García
No podía evitar mirar el circo que llegaba al barrio cada Octubre, era imposible, su gran carpa color carmesí y amarilla era como un barco en altamar, las luces exteriores reflejaban la entrada y la taquilla invitando a los niños a entrar a ver el espectáculo.
No sentía las ganas de entrar como si mis amigos de la cuadra, algo tenían los circos que en vez de atracción me generaban terror y repugnancia, quizás el olor a animales y el espantoso ruido que no paraba de anunciar los boletos al 2 por 1.
En las noches me preguntaba de dónde era esa gente del circo, nómadas sin destino, de dónde eran originarios y qué los había llevado a ser cirqueros, ¿tenían hijos? ¿Vivían con ellos? ¿Estudiaban? A mis 12 años ya empezaba a cuestionarme sobre la vida de los demás.
Los animales, seguro no están felices siendo amaestrados a base de golpes, ¿quién vendió las bestias a los cirqueros?, no me puedo imaginar que la corta vida de esos animales fuera otra cosa más que miserable.
El circo Hungría llegaba a instalarse en el deportivo del barrio casi por dos semanas, eran dos semanas que evitaba pasar por esa calle tanto como pudiera, detestaba tener que rodear el deportivo en camino a la escuela, hubo años que debido al éxito de taquilla se llegó a extender la estadía a tres semanas.
En el Octubre pasado mi padre me llevó cerca del deportivo a reparar uno de sus trajes con el sastre que vivía cerca del horrible establo de animales adiestrados, casi al llegar a la calle vi un hombre con sombrero de copa en mano, el único que había visto en mi vida, el hombre tomaba algo del interior del sombrero y bebía de él, su piel marchita y ojos rojos anunciaban el mal estado en el que se encontraba. Mi papá me sujetó de la mano y me dijo “no lo veas” mientras cruzábamos caminando la calle. El pobre mago apenas y se podía mantener erguido.
Al salir de la primaria las señoras platicaban con las demás mientras esperaban a los compañeros, en alguna ocasión la mamá de un amigo le comentaba a otra sobre las gitanas que rodeaban el circo, “tenga usted cuidado señora que la vez pasada una de esas gitanas se acercó a leerme la mano y cuando me distraje su hija pequeña me robó dinero de mi bolsa, no me di cuenta hasta que llegué a la casa, me dio terror ir a reclamar porque son muchos y tienen una pinta muy amenazante”.
Se sentía en el aire, esas dos semanas eran felicidad para muchos niños pero para mí era raro, no era miedo ni terror simplemente incomodidad, tenía muchas ganas que se fueran, lejos y que no regresaran.
Mi temor se incrementó aquel día de octubre cuando ni mi abuelo ni mi mamá me pudieron llevar a la escuela, generalmente iba acompañado de amigos de la cuadra, ese día llovía a cantaros y se me hizo tarde buscando un impermeable y paraguas, cuando toqué a la puerta de mi amigo nadie abrió y el auto de sus papás no estaba, ni hablar me tuve que ir sólo al colegio. El camino era una línea recta prácticamente, 10 minutos máximo a mi paso.
Refugiado bajo el paraguas me hice a la idea de rodear el deportivo, casi sin pensarlo, al llegar a la esquina donde tenía que dar vuelta vi la calle inundada, no podía pasar y si me decidía pasar tendría que mojarme el uniforme, sólo pensar en la reprimenda de la maestra me hizo tomar un respiro y caminar sobre el deportivo, al lado del circo, al lado de los caballos y su olor.
Me puse en marcha, la carpa terrorífica lucía lúgubre bajo la lluvia, los brillantes colores ahora parecían como una casa abandonada, no se escuchaban ruidos más que algunos animales moviéndose, caminaba tan rápido que no quería voltear a ver, levanté la mirada para ver el camino y a unos metros de mi vi una figura familiar, pensé que era un niño de mi escuela y me llené de alivio, pensé en dirigirme a él e irnos juntos al colegio, mi sensación de alivio se convirtió en incertidumbre casi de inmediato, esa figura no parecía niño, tenía una espalda prominente y una cabeza muy grande, me detuve un segundo antes de cruzar a su lado, él a unos metros de distancia me veía, fijamente, no quitaba la vista, no podía ser otro personaje más que uno de los enanos del circo.
Apresuré el paso y voltee a ver a mi alrededor, era sólo la carpa, el enano y yo, al verlo rectifiqué que su mirada seguía en mí, el enano no hizo otra cosa más que levantar su mano como señalándome, sin sonreír, sólo su dedo índice me marcaba a lo lejos.
La imagen me congeló y bastó con una palmada en la espalda, mi amigo Juan Manuel me saludaba “vámonos que está muy fuerte la lluvia y se hace tarde ¿qué esperas?”, asentí con la cabeza y corrí a su lado, cuando voltee a ver el terreno del deportivo sólo pude ver la carpa, ¿había sido mi imaginación?
Había ya pasado una semana desde ese incidente y yo seguía rodeando el deportivo, el terrible enano me seguía en el pensamiento, la imagen lúgubre era difícil de sacudir, sabía que las personas pequeñas eran así por naturaleza y que no era su culpa, aun así había algo de aquél hombre que estaba mal, no lo sé.
En la mañana me preparaba para ir al colegio, iba a ir sólo de nuevo, el clima había hecho que Juan Manuel pescara un resfriado que lo había dejado en cama, ni modo, al mal paso darle prisa pensé mientras abría el paraguas. Al caminar rezaba porque la calle para rodear no estuviera inundada y así poder seguir mi camino, no fue así, la calle parecía tener un río apenas contenido por los muros de las casas, apresuré el paso por el deportivo, comencé trotando entre la lluvia pero ahí estaba, en el mismo lugar, el enano me veía a lo lejos, el trote se convirtió en carrera, los pesados zapatos escolares no me permitían correr como quería, sentía el sudor frío en mi espalda, el enano me veía, mi pánico se aceleró cuando el enano daba pasos hacia mí, corrí hacia donde estaba la carpa, era el único camino lejos de aquella impactante figura que sin duda se acercaba a mi, la lluvia nublaba mi visión y mis pasos, en una zancadilla tropecé con una de las cuerdas que sostenían la carpa, mi mochila salió disparada lo mismo que el paraguas, al levantar la vista sólo pude ver los terribles ojos del enano, lo siguiente que vi fue el interior de un costal apestoso en el que me capturó.
Desde el costal cerrado me di cuenta del terror en el que me encontraba, mi boca había sido cerrada, mis manos y pies atados y mis ojos vendados. Traté de moverme desesperadamente sólo para escuchar a una voz rasposa decir “silencio, ya casi está”
Lo siguiente que escuché fueron voces en otro idioma, mujeres platicaban entre ellas y la voz rasposa contestaba con palabras cortas, entre conversaciones podía escuchar trastes, cuchillos cortando sobre la mesa, escuchaba agua corriendo.
Peleaba con todas mis fuerzas para liberarme de las terribles ataduras, no sabía dónde estaba, ni quienes estaban allá afuera hablando en lenguas extrañas, el olor fétido del costal se combinaba con el olor penetrante de lo que se estaba cocinando cerca de mí, podía percibir los olores horribles de la cocina, podía percibir hierbas que estaban siendo hervidas en agua la cual respondía a borbotones cada que le vertían ingredientes.
Pensé en todos, pensé en mis papás que seguramente me estarían buscando al no saber de mí, pensé en mi maestra la cual aborrecía pero ahora anhelaba verla como a nadie en el mundo, nadie sabe que me capturaron y no sé qué iban a hacer conmigo.
Las lágrimas eran mi única compañía, la ansiedad me estaba volviendo loco, la esperanza de que alguien me rescatara era mínima, pasaron horas las cuales parecieron días de pronto las voces fueron menguando, era de noche lo podía sentir.
Cuando me estaba quedando sin fuerzas del forcejeo sentí que alguien se había postrado frente a mí, los pasos delataban a la persona, de pronto el costal fue abierto por la parte superior y un poco de luz entró a mis ojos vendados, reconocí de inmediato quién había abierto el costal por la voz gruesa y estrujante, era el enano que me decía “no tengas miedo, voy a quitarte la venda de los ojos pero aquí todos somos tus amigos”
Cuando abrí los ojos el pánico invadió mi mente y mi corazón, sabía que lo que veía era algo infernal, estaba dentro de una de las chozas de madera en las que vivían los nómadas, a lo lejos decenas de bolsas con hiervas saliendo de ellas, frascos con semillas y botellas con aceites color ocre, al centro una mesa de madera con una vela la cual era la única iluminación, al lado de mi una hornilla portátil con un cazo oxidado del cual emanaba aquel olor fétido y burbujeante, pero delante de mi estaba lo realmente terrorífico, el enano me observaba detenidamente con su arrugado rostro y ojos demoniacos inyectados, su ropa sucia y descolorida hacían juego con el semblante enfermizo del sujeto.
-¿Tienes miedo? Me preguntó el enano, asentí con la cabeza.
-No lo tengas, te digo que aquí todos somos tus amigos ¿no te gusta el circo?
-Moví mi cabeza en negación rotunda
El enano me miró con furia y me dijo
-Qué lástima, pero verás que te va a gustar…con el tiempo, ahora serás uno de nosotros.
Al terminar esas ominosas palabras mi corazón estaba a punto de estallar, ¿qué pretenden? ¿Qué me iban a hacer? ¿Cómo escapar?
El enano se alejó de mí y fue a la hornilla, me volteó a ver y me dijo “ya casi está, en la mañana serás uno de nosotros para siempre, ¿sabes para qué es esto que estoy preparando?
Negué con la cabeza
-Es para que siempre seas uno de nosotros, este brebaje que tomarás en unas horas te hará enano por siempre y así serás nuestro amigo y nosotros los tuyos.
El temblor de mi cuerpo era casi incontrolable, lloraba desesperadamente lo cual nublaba mi vista. El enano se retiró del cuarto llevándose consigo la vela, era mi oportunidad de escapar.
Traté de recuperar la conciencia del mar de locura en el que estaba sumergido, no moriré aquí me dije, no tengo que hacer ruido no debo de hacer ruido o él regresará, con mis manos pude ir frotando la cinta con los bordes de aquella húmeda cabaña cuya madera cruda tenía bordes ásperos como navajas.
A los pocos minutos el enano regresó y me congelé, me dijo:
-Vas a beber un poco del brebaje esta noche, no tengas miedo, cada hora te voy a dar un poco y en la mañana serás como yo.
El temible ser se acercó con una jeringa llena del brebaje verduzco, el terror en mi ser me hizo moverme como una serpiente al ataque, mientras el me sujetaba la cara tratando de verter el mortal líquido, mi fuerza no se equiparaba a la de él no podía resistirme tan fácil, sin saberlo había tragado parte del contenido de la jeringa mientras el enano luchaba contra mí. Desesperado el terrible ogro se rendía y se retiraba hacia la puerta repitiendo palabrejas en aquel idioma odioso.
Me había quedado sin fuerzas y sin lágrimas, el brebaje me había provocado dolores intensos en el estómago casi de forma inmediata, mientras me retorcía del dolor seguía en la batalla interna contra las cintas que amarraban mis manos.
Como si esto fuera poco comencé a escuchar rasguños debajo del piso de madera, pensé que era algún animal de circo, sin embargo aquellas bestias se encontraban siempre bajo resguardo, los crujidos de la madera anunciaban de forma desesperada a algún ente extraño que deseaba entrar a la cabaña casi con el mismo vigor con el cual me quería liberar del aprisionamiento.
Una voz comenzó a acompañar aquellos crujidos, la voz repetía una y otra vez “soy yo quédate quieto”, “shhh no hagas ruido”, “no te muevas”, mis ojos se abrieron como nunca tratando de ver lo que yo sospechaba con una esperanza inaudita, esa voz que reconocía era la de Juan Manuel cuya pequeña mano asomaba entre las grietas del piso de madera.
Juan Manuel pudo ubicar las ataduras de mis pies primero las cuales cortó con una navaja de explorador de su padre. Al sentirme liberado de los pies traté de incorporarme pero Juan me dijo “!quédate quieto te digo!, ¡no quiero que nos escuchen!” obedecí y me quedé quieto mientras mi amigo trataba de cortar las ataduras de las manos, el enano había hecho un doble nudo, apenas y podía sentir mis dedos de lo adormecido, justo cuando Juan realizaba los últimos cortes pude ver sus manos ensangrentadas por las astillas de la madera, pude ver su rostro realizando un esfuerzo heroico al tratar de salvarme.
Al liberar mis manos el peso de mis brazos adormecidos hizo crujir la madera esta vez los monos adiestrados que estaban cerca empezaron a gruñir, un gruñido bestial, primitivo, horrible.
-¡Quítate la venda de la boca! Gritaba Juan
El primal sonido de los monos chillando acompañaba pasos de botas pesadas, pasos tambaleantes y cortos, el enano se acercaba hacía el cuarto donde me tenía atado, mi final estaba cerca si me descubría desatado.
-¡Dime donde está la salida! Le grité a Juan Manuel mientras rápidamente me quitaba las ataduras ya cortadas.
-¡La única salida es por abajo, entre la madera! ¡Hay que separar los tablones para que salgas! Juan Manuel hacía un esfuerzo sobre humano para con ambos brazos lograr que se hiciera una abertura suficiente para que yo pudiera salir.
El enano apresuraba el paso y abría la puerta rápidamente, le acompañaban los gritos horribles de los monos, el horrible mago intoxicado venía detrás del enano con una soga y cuchillo. Juan y yo nos miramos con terror mientras él me jalaba hacía abajo, parte de mi camisa se quedó atorada en los tablones, el enano intentó pescarme de un brazo pero lo logré morder y librarme de sus terribles garras.
El mago viendo la escena empujó a un lado al enano, sus ojos inyectados nos veían con furia mientras trataba de jalarnos a ambos de regreso a la cabaña, Juan tomó un puño de tierra y la aventó con fuerza a la cara del mago quien perdió la visión por unos segundos.
Cuando Juan y yo liberados de aquel par nos levantamos y salimos por el único camino disponible, enlodado por la lluvia, vi al cielo y respiré, corrimos unos metros hacía la salida cuando me percaté de una imagen que me acompañará toda mi vida y mis pesadillas, Juan que antes era de mi altura, ahora tenía las piernas acortadas, su cabeza hinchada y la espalda ligeramente ensanchada.
-Me capturaron hace unos días, fui al doctor y al salir han empujado a mi madre que me llevaba, el mago me trajo aquí y el enano me ha dado su brebaje el día completo, en pocas horas me he hecho así –
La visión de Juan me condujo hacia la locura, lo traté de abrazar como soldados huyendo de la guerra cuando un jalón me lo arrebató de mi abrazo, el horrible mago lo había capturado con una soga y jalado hacía él, al caer capturado vi como Juan se golpeaba en la cabeza y era arrastrado como animal de presa hacía aquella cabaña donde sólo podía vivir el mal demoniaco, sus ojos yacían blancos, son vida.
Corrí hacia la salida como nunca en mi vida, no iba a dejar que me capturaran y que la muerte de mi amigo fuera en vano. Al salir corrí hacía el pueblo en plena madrugada, con lo que me quedaba de fuerzas acudí a la estación de policía donde les conté la terrible historia, al verme ensangrentado me pidieron que los llevara al lugar de los hechos. Los nómadas se habían ido, dejando abandonados los animales y la carpa, los policías revisaron todas las esquinas del lugar pero no encontraron a nadie.
Nunca más el circo Hungría regresó al pueblo, nunca más se supo donde habían huido esos demonios, el brebaje intoxicó por días pero no logró su efecto. Lo único cierto es que su leyenda y el horror quedaron impregnados en el subconsciente colectivo donde cada Octubre vemos aquel terreno con horror.
Por una trampa de ratones
Creación de David García
¿Qué es un accidente? balbuceaba un hombre en una mesa, la pregunta flotaba en el denso aire del bar, Fujib puso atención a la plática a gritos que es común entre borrachos, “un accidente es un evento repentino e indeseado que ocurre por negligencia, o por mala suerte” respondió otro individuo del mismo grupo con aires de suficiencia, resultaba interesante la lluvia de ideas de los beodos, uno más terció : “los accidentes es la forma que usa el destino para cobrarse las malas acciones, salú compañeros”, Fujib estaba hipnotizado por esos dichos y mecánicamente se tocó la manga vacía del uniforme de personal de limpieza del bar; es difícil que los borrachos se pongan de acuerdo y sin embargo todos parecían tener razón, Fujib se sentía envuelto en un torbellino formado por las voces de los briagos, y con lágrimas azotó la escoba en la mesa de los celebrantes gritándoles “lo perdí, lo perdí, ¿Por qué, por accidente?”.
La vejez , la decrepitud son severas maldiciones, y son más terribles para los “inmortales”, esos entes que otrora fueran considerados dioses, Atenea ahora vieja, andrajosa, débil y amargada, recordando los tiempos de gloria cuando sus templos refulgían como ella misma, resplandecientes de belleza y vanidad; cuando los guerreros de toda la cultura Egea no importando la filiación a su polis buscaban su favor y protección luciendo su imagen en cascos, armaduras y escudos; el halago, el miedo impuesto a los mortales, el orgullo de saberse adorada por los humanos, hasta su propia maldad era motivo de noticia entre ellos, tanto poder enloquece y tuerce hasta el sentido de la justicia misma, para Atenea resultó divertido el castigar a quien NO debía castigar, a la más devota, gentil y hermosa de sus sacerdotisas quien desde niña anhelaba servir en su templo, por una afrenta que NO cometió ¿su delito? ser ultrajada -no seducida- ultrajada con violencia en el mismísimo templo de Atenea por otro ente despiadado: Poseidón, y en vez de ser defendida por la “Diosa” recibió doble dolor: infamia y maldición, muy raro el humor de la “deidad”.
Fujib siempre fue lo que se considera un niño malo, sus acciones rebasaban el límite de la travesura, no jugaba con sus vecinos, no se sumergía en el mar de los videojuegos, no leía, se aislaba para torturar seres vivos, empezó con hormigas, e insectos en general, innovando en las formas que se puede hacer daño, cortar, arrancar , quemar, y cuanta cosa podía poner en práctica; un día recibió una severa reprimenda de su tía Paquita cuando fue sorprendido lastimando un pollito con una cuerda, Fujib había escalado a animales superiores, su tía Paquita tuvo que armarse de valor para regañarlo porque el rostro de Fujib mostraba un deleite y obsesión nada infantil con una sonrisa infame similar a las existentes en las figuras sumerias de demonios del desierto, Fujib salió de su trance, como todo abusivo y cobarde se asustó al verse sorprendido y regañado; sin embargo la casualidad o el destino le brindaron satisfacción. La casa de la tía Paquita se vio infestada de una plaga de ratones que mordían a los pollitos que la tía criaba, por esa razón ella no quiso emplear veneno, no quería daños colaterales, la tía decidió usar trampas pegajosas, y funcionó; decenas de ratones eran atrapados y Fujib se ofrecía a colectarlos para tirarlos a la basura, a lo cual la tía accedió con asco y gusto a la vez, Fujib contaba ahora con animales vivos para poner en práctica sus “experiencias” las cuales -sobra decirlo- fueron extensas y enojosamente crueles y malignas …
Palas Atenea, la Diosa protectora del pueblo que fundo Occidente, vagaba lejos de Grecia, el dolor del olvido la atenazaba en sus destellos de lucidez, ahora caminando por la colonia Roma, pensó que el olvido era en realidad un castigo por todas sus decisiones indignas, en particular esa, la atrocidad contra Medusa, pero que divertido fue transformar tanta belleza en un monstruo con cabellera de serpientes, con ese poder de convertir en piedra aquello que osara ver el rostro de la Gorgona, absorta en sus pensamientos la “deidad” tomo en sus manos un ratón, y recordando la vieja fórmula transformó la cabeza del ratón en un horrible adefesio con serpientes en miniatura, Atenea sonrío dejando libre al ratón-medusa, y se alejó así como lo que es ahora, una sombra, un espíritu débil engañado por sus propias mentiras.
Los nuevos poderes del ratón maldito le concedían ventajas, le permitía eliminar la competencia, las pequeñas esculturas de ratones “adornaron” los sitios solo accesibles a los roedores, sin embargo estas esculturas no eran de mármol como las víctimas de Medusa, eran de ceniza y se deshacían al menor contacto o con la más leve brisa. Al ver menguada su “divertida” dotación de ratones en las trampas, Fujib optó por colocarlas en sitios que sólo podían alcanzarse estirando mucho la mano, en una de estas trampas quedó entrampado el ratón-monstruo, quien agonizaba por falta de agua.
El baile de las piezas del destino se movían como papeles en las aguas del tiempo y el espacio, asentándose en el fondo de una botella cósmica, estas piezas de la casualidad o la mala suerte se acoplaron, fue cuando ocurrió, cuando el moribundo ratón-medusa fijo su mirada con todo su odio y su miedo en la mano de Fujib que intentaba alcanzar la trampa pegajosa, Fujib se aterrorizó cuando perdió sensibilidad en su extremidad, su brazo completo quedó convertido en cenizas a causa la mirada mágica del poder de una gorgona en miniatura…. ¿un accidente?, ¿un evento repentino e indeseado?, ¿evento que se cobraba las malas acciones? Lo que fuera término con la historia de vicio del ahora limpiador de bar que solo tenía un brazo y el alma destrozada.
Brazos de Mamá
Creación de Alina Muñoz
“¡Mamá! ¿Dónde estás? Tengo miedo, esto está muy oscuro. ¡Mamá! ¿Por qué no contestas?”. “¡Aquí estoy! No te preocupes, ahorita nos vamos de aquí” le dijo Eugenia, su madre.
El día transcurría como un día normal, era 19 de septiembre y como todos los años la gente recordaba lo acontecido en el temblor de hacía ya muchos años atrás, además habían anunciado que sonaría la alarma sísmica como parte del simulacro de cada año. La mayoría ni siquiera tomó en cuenta la alarma, siguió con sus actividades.
Gaby estaba en sexto de primaria, era una niña muy lista pero las matemáticas no se le daban tan bien como ella quería, su mamá le había tenido que pagar clases extras para que se preparara un poco mejor y pudiera continuar con la beca que tenía en la escuela. No eran pobres, pero como sus papás estaban divorciados pues para Eugenia era más difícil pagar todo lo que le quería dar a su hija, así que necesitaba que la niña siguiera becada.
Ese día había sido especial para Gaby, ansiaba salir corriendo de la escuela para ir a casa y enseñarle a su mamá que había sacado un diez de calificación en el examen de matemáticas. Además de que Emilio, un compañerito de otro salón, aprovechando el simulacro y el relajo que se armaba cada año, le dio un beso en la mejilla y una carta para saber si quería ser su novia. Eso no lo tenía contemplado Gaby, ella siempre había pensado que a ese niño le gustaba Carolina o Viviana, sus dos mejores amigas casi desde primer año, ya que se les quedaba viendo en los recreos y sonreía. Sus amigos se burlaban y le daban un zape a Emilio para que dejara de verlas y siguieran jugando. Pero ese día sin que nadie lo notara entre el barullo se atrevió a declararle su tierno cariño a Gaby.
Terminando el simulacro, Gaby les enseñó a sus amigas la carta, ellas le dijeron que le tenía que decir a Emilio que sí, que estaba bien bonito y que se veía que era bien tierno. A Gaby le gustó mucho que le diera un beso en la mejilla, a ella también le gustaba el niño y es obvio que sabía cuál sería la respuesta que le daría.
Al salir del colegio, pasó por la tienda para comprarse una bolsita de papas y a un lado estaba la tortillería y compro 5 pesos de tortillas como todos los días para comer. “Adiós güerita, mañana te veo, me saludas a tu mami” le dijo la Jobita después de darle sus tortillas envueltas en papel.
“¿Quién crees que sacó diez, mamita?” dijo Gaby llena de emoción. “No lo sé, ya casi está la comida, pon la mesa que hoy hice solamente enchiladas, no te tardes que tengo que regresar al trabajo” le dijo Eugenia. “¡Mamá, no me escuchas lo que te digo! ¡Saqué diez! ¡Miiiraaa y admiiraaa a la niña más aplicada del salón!” le decía riendo Gaby. “Vamos muy bien, vete a cambiar para que me sigas platicando mientras comemos” le dijo Eugenia sintiendo consuelo de escuchar que habían servido las clases extras.
En ese momento se empezó a sentir que todo se sacudía, Gaby estaba en su recámara y casi en segundos todo se empezaba a caer de las repisas que había a su alrededor, se hizo tan súbitamente un pequeño hoyo y la estufa desapareció al mismo tiempo que la alarma sísmica comenzaba tardía a sonar. “¡Salte Gaby, vámonos, corre que esto se está cayendo!” gritó Eugenia en cuanto vio que la cocina desaparecía; Gaby tardó segundos en salir del cuarto porque se estaba poniendo su pantalón y ya no se alcanzó a poner ni los zapatos y mucho menos alcanzó a reunirse con su madre. Cuando menos lo esperaban todo se fue para abajo y Gaby tan solo llegó a la puerta de su cuarto. En segundos, todo se oscureció, Gaby se llenó de terror y comenzó a gritarle a su madre. Todo su mundo se había desplomado en un abrir y cerrar de ojos, no podía parar de llorar en la peor pesadilla de su vida.
Pasados algunos minutos se comenzaron a escuchar uno que otro grito o gemido, todos clamaban por ayuda, pero ninguna voz era la de su madre. Al fin Eugenia contestó casi después de dos horas, Gaby ya estaba desconsolada de que no escuchaba a su madre, sin poder moverse, porque quedó atrapada en un pequeño espacio, protegida por la viga de la puerta. “¡Aquí estoy mi niña, no te preocupes, vamos a salir de aquí!” le gritó Eugenia. “¡Ven, mamita, tengo mucho miedo! ¿Qué te pasó, por qué no contestabas?” gritaba Gaby. “Yo creo que me desmayé de un golpe hija, pero en un momento estoy contigo. Verás que pronto nos sacan de aquí, tu padre vendrá a buscarte”, le dijo Eugenia. Gaby perdió el conocimiento por unos minutos y al despertar ya se encontraba en brazos de su madre, por un momento pensó que todo había sido una pesadilla, cuando abrió totalmente los ojos y sintió la presencia de Eugenia, a pesar de la oscuridad y de su angustiante situación se sintió reconfortada de sentirse entre los brazos de su madre.
Pasaron largas horas y afuera del derrumbe cayó la noche, Gerardo, papá de Gaby, las buscaba con desesperación, en el momento del terremoto y debido a que para muchos eran horas laborales, en el edificio se encontraban alrededor de 12 personas ya contando a Eugenia e hija. Hasta esa noche solo habían podido rescatar a la mitad, la desesperación de Gerardo crecía al saber que dentro de esa media docena de personas rescatadas, dos habían salido sin vida. Pidieron silencio a la concurrencia para tratar de escuchar algún sonido, y así fue, se escucharon gritos de auxilio. La gente comenzó a trabajar con más fuerza “¡No se preocupen, ahorita los sacamos, no los vamos a abandonar, ya casi llegamos hasta donde están, no dejen de hacer ruido para ubicarlos, con lo que puedan peguen o griten!”, gritaban algunos rescatistas. Gaby alcanzó a escuchar un poco “Mamita, ya vienen por nosotras, hay que hacer ruido para que nos escuchen”. “Si mi niña, ahorita te encuentra papá, no te preocupes, él hará todo para que salgas de aquí, iría al mismo infierno para rescatarte, no olvides que te ama. Empieza a pegar con cualquier piedra en el pedazo de lámina que está a tu derecha, no grites para no cansarte, pero pega fuerte para que sepan que aquí estás”, decía Eugenia tratando de alentar a su hija.
En medio de la madrugada encontraron a Gaby, desmayada por el esfuerzo; su papá llorando la abrazó y la llenó de besos mientras iba en la camilla rumbo a la ambulancia para que la examinara el médico de turno. “Papacito dile a mamá que venga, necesito verla, ella estaba a mi lado, me abrazaba para consolarme mientras estaba entre las ruinas, me contó cosas muy bonitas de ti, ya no quiero que estén enojados los dos, no recuerdo en qué momento perdí el conocimiento, pero gracias a ella esta pesadilla no fue tan difícil de atravesar, me dijo que tú no pararías hasta encontrarme, hasta me dijo que habías dejado todo por venir a rescatarme, que acababas de llegar a México de tu viaje”, le decía Gaby a Gerardo. “Gaby, eso no puede ser, tu mamita fue de las primeras a las que sacaron, a ti te encontraron muchas horas después, pero no te preocupes, tal vez solo la soñaste cuando te desmayaste. Eugenia nos ve desde otro lado en donde ya no podemos verla, pero ten por seguro que si nos ve”, le decía Gerardo entre lágrimas. “No papá, mi mamá siempre me estuvo cuidando, nunca me dejó, no puede ser que ya no esté con nosotros, búscala papá”, le decía Gaby a Gerardo entre lágrimas. “No te agites tanto mi amor, te prometo que encontramos a mamá desde hace muchas horas, yo mismo la abracé y le pedí perdón por los malos momentos, en cuanto te den de alta iremos juntos a velarla como ella se merece”, le dijo Gerardo a Gaby mientras las puertas de la ambulancia se cerraban atrás de ellos para llevar a Gaby al hospital.
Con todo el respeto que me merecen quise hacer un pequeño tributo para no olvidar a las madres que han fallecido en los terremotos del 19 de septiembre, luchando hasta el último momento por sus hijos.
Fuera de aquí
Creación de José Luis Flores Acebo
En su mayoría y respetando las creencias de cada persona, podemos relacionar rasgos positivos en personas dedicadas al servicio de Dios, pero como todos, no dejan de ser humanos y pueden tener fallas. Es como damos pie a nuestra siguiente historia, que contaba mi bisabuela, sucedido cuando ella estaba en la adolescencia. De cómo un grupo de monjas, ni con sus oraciones se pudieron librar de aquello a lo que nunca se supieron defender y que ellas mismas provocaron. Esta historia se desarrolla cerca de la cineteca Alameda, por respeto no daré la dirección exacta, al evitar curiosos que deseen dar un vistazo o entrar a aquella casa que alberga una atmósfera negativa, donde el más valiente se vuelve pequeño al enfrentarse a lo desconocido y el miedo paraliza tus piernas evitando huir del lugar.
Este grupo de monjas, conformado por ocho, un grupo de alrededor de cuarenta a sesenta años, les fue obsequiado la casa, con la intención de cuidar a las tres hermanas de edad avanzada, dueñas de la propiedad, y con intención de acercarse más a Dios, decidieron aceptar al grupo de monjas pagándole los servicios y evitando renta, a cambio de ayuda y al momento de fallecer las hermanas dejaban la propiedad en manos de la congregación, aunque deberían descubrir que ayuda espiritual, o protección física, era lo que el grupo de nuevas inquilinas tendría que descubrir, teniendo una buena relación laboral, donde las actividad de las monjas no evitaban la atención a las tres hermanas, pero algo en el ambiente estaba cambiando y no tardaría en darse a conocer.
Pasaron los meses, y las monjas decidieron no prestarle caso a su contrato de cuidar a las tres hermanas, al ser mayores de edad, necesitaban de un trato especial, olvidando la hora de su medicamento, darle de comer, no les ayudaban a bañar o simplemente pasaban el día acostadas en su cama, dejando cada responsabilidad asignada, sólo dos monjas, la más joven y otra un poco mayor, que trataban de ayudar, pero al ser vistas por las demás, les asignaron más responsabilidades, olvidando a las hermanas o disminuyendo el trato.
Cuál fue la sorpresa, que un día nublado y con aire, que azotaba con fuerza aquella antigua edificación, al encontrar a las hermanas en su cama, cada una en su habitación de la planta baja, tan descuidadas y delgadas, con los ojos abiertos y delgadas, con la habitación sucia y en desorden, cómo si un pequeño tornado haya entrado levantando toda la suciedad, fallecidas, con una expresión de horror y con un olor muy fuerte, que alertó a las monjas de lo sucedido, pero porque las tres hermanas fueron llamadas el mismo día a la casa de Dios y porqué de esa manera, se preguntaban entre miradas las hermanas, mientras decidían qué hacer con los cuerpos.
Decidieron enterrar a las tres hermanas, en la cripta de la congregación, en una tumba en el Saucito, donde pocos familiares y el grupo de inquilinas, asistieron a dar un último adiós, volviéndose las heredas de la propiedad, ahora sin responsabilidades extras, o era lo que ellas pensaban. Donde se acordó no hablar de cómo se encontraron a aquellas pobres ancianas o como se habían dado los hechos, para evitar sospechas y poder vivir en su nueva casa.
Todo transcurría tranquilo, hasta que en la pequeña capilla se empezaron a encontrar pequeños rastros de huellas negras, olor putrefacto y donde el crucifijo, se encontraba en la mañana, en el suelo. Estos actos perturbaron la seguridad del grupo de hermanas, al pensar que personas ingresaban a la casa a cometer sus maldades, para burlarse de su profesión, por esa razón se decidió contratar a Don Irineo, un viejo velador muy querido por las personas, que aceptó cuidar por la noche la casa, a cambio de café caliente y un pan, trato que se llevó acabo, pero durante la semana que estuvo el nuevo velador, este nunca pudo observar a ninguna persona, sólo sombras, y los hechos de la capilla seguían transcurriendo, incluso el velador escuchaba voces chillonas que se burlaban y buscándolas, nunca llegó a nada, notificando a la madre superiora de aquellos hechos.
Nuestro velador sólo pudo disfrutar de su trabajo por una semana, al volver encontrar su espacio de trabajo desordenado y con un olor desagradable, con Don Irineo fallecido, igual que las tres hermanas con los ojos abiertos y con un gesto de desesperación, volteando a ver la pequeña imagen de San Benito que tenía en su pequeño cuarto, notificando a la familia de la terrible noticia, y divulgándose rápido, evitando que otra persona quiera volver a cuidar la casa, y donde no sólo se encontraban un desorden en la madrugada en la capilla, sino en toda la casa, con las huellas negras en el piso, imágenes de santos en el suelo y donde se le había comunicado a la madre, que las demás se encontraban escuchando voces chillonas, llorando o gritando, pero cuando volteaban a su alrededor, no había nadie.
Desesperadas aumentaban sus oraciones, mandaron llamar sacerdotes que bendijeran la casa, pero estos insistían en no quedarse por trabajo o algunas monjas pensaban en dejar sus votos al enfrentarse a eventos que no daban explicación, pero su amor a su profesión les impedía retirarse y olvidar a sus hermanas de congregación nunca, pero la situación empeoró al encontrar a la madre superiora, con las mismos rasgos que las hermanas y don Irineo, fallecida, aumentando la tensión y donde ahora las hermanas, podían ver personas caminando por la casa, con ojos rojos y sonrisa macabra, deambulando por la casa, burlándose de ellas o llorando, y donde tres monjas más fallecieron. La sociedad las tachaba de locas, negándoles su ayuda, y donde sólo esperaban su trágico final.
Una noche calurosa, tres madres se encontraban cenando, pero fue interrumpida su cena al escuchar rezos intensos y donde ruidos se intensificaron, en ayuda, fueron a buscar a la madre restante más joven, pero cuál fue su sorpresa al abrir de un portazo la puerta de la habitación, donde observaron cómo varias sombras platicaban y reían junto a la madre y ellas les respondía en tono burlón, la presencia de las tres hermanas fue alertada por una sombra, haciendo que madre restante volteara con una sonrisa macabra y los ojos totalmente en blanco, lanzándose las sombras sobre ellas.
La fuerza del impacto fue brutal, dejando a las tres pobres hermanas en el suelo, mientras las sombras se reían y pateaban, haciendo burla de sus creencias y retándolas a unirse a aquella pandilla del infierno mismo, las pobres monjas no podían más que llorar y suspirar versos del Padre Nuestro, cosa que alegraba a aquellos seres de oscuridad, pero por un momento estos se detuvieron y desaparecieron en las paredes de la casa, dejando a nuestras inofensivas monjas en el suelo, apareciendo una silueta que caminaba lentamente hacia ellas, dejando en el piso huellas negras, haciendo que los nervios de cualquier persona se pusieran alerta y donde el más mínimo suspiro se congelaría, era la monja más joven, desfigurada, aquel rostro de ternura y ayuda a las personas, se había esfumado, caminando lentamente, riendo y con la poca luz de la noche, se podían observar heridas por todo el cuerpo, haciendo que la sangre recorriera cada mínimo rincón de su cuerpo cubierto por una túnica blanca, que mostraba cada parte de este.
Por un minuto se detuvo y empezó una conversación, entre humanas y un ser demoniaco, las madres no se explicaban cómo aquella madre servicial se había convertido en aquel ser malvado. Las madres trataban de llamar por su nombre a aquel ser, pero el sólo se reía y decía que ella había muerto y dejado su cuerpo a un ser, que ni ellas se podrían explicar.
Las madres pedían la explicación del porque estaban sucediendo las cosas, a la cual el ser, decidió aceptar a cambio que aceptaran su destino, su muerte, con el fin que gente dedicada a su mayor rival, fuera falleciendo, tachándolas de locas, razón por la cual, su plan fue en partes y tomando forma, haciendo que la sociedad las tachara de locas, ignorando la ayuda que tanto pedían. Este entre carcajada, groserías y sonrisa macabra, explicó la historia de aquella madre joven, que ocupaba su cuerpo. Resulta que nuestra joven, fue dejada con su tía monja, cuando ella apenas era una niña y ella sufría malos tratos por aquella comunidad, haciendo que durara días sin comer, pasear desnuda o fuertes golpes, haciendo que la joven optara por hacerle daño a aquellas personas que tanto daño le habían hecho, pero le faltaba la fuerza necesaria para llevar a cabo su plan, por esa razón hizo un pacto con el mismo diablo, a cambio de ayudarla a vengarse. Él dijo que la manera en la cual aceptaría el trato es que la venganza se realizara en ir asesinando, una por una, de la más grande a la más joven, mientras este jugaba con sus emociones, a cambo ella tendría su venganza. Acto que se realizó en seguida empezando por su tía, la cual la había encaminado a su mundo de dolor y desesperación, y para evitar sospechas la joven madre huía de la escena del crimen. Pero el diablo siempre te juega para que pierdas, por lo cual este la obligó a ir de convento a convento, de diferentes lugares, para ir asesinando a personas dedicadas al servicio de Dios, haciendo pasar a la joven como una monja servidora y fiel a los ideales de su fe.
Las madres se encontraban atónitas, no podían creer la historia contada por su anterior compañera o el ser demoniaco, que sólo las miraba fijamente, dispuesto a atacar de un momento a otro.
Risas y cantos demoniacos se empezaron a escuchar fuertemente, lanzando a dos madres hacia la pared, mientras otros seres oscuros, sostenían a la pobre monja, que conocía su destino, llorando y suplicando misericordia, mientras los crucifijos de las paredes caerían al suelo y el olor putrefacto se hacía presente intensamente, las madres corrieron en auxilio de sus compañeros, pero los seres las arrastraban hacia la pared o simplemente eran arrojadas hacia la puerta, donde contemplarían un triste desenlace.
La madre que estaba sujetada, aceptó su destino, pidiendo que el Padre celestial perdonara sus pecados mientras lloraba de la ansiedad o tristeza de aquel trágico final, mientras les pedía a sus compañeras que huyeran y dieran testimonio, para que la fe a Dios, destruyera el mal que se esparcía de poco en poco en este mundo. Esas palabras fueron las últimas mientras la joven madre convertida en demonio, ahorcaba a la monja riendo y chupando su cuerpo en forma blasfema o burla, haciendo que la madre adelgazará su cuerpo y sus ojos se volvieran negros, siendo el mismo modo de asesinato de aquel trágico final, de sus compañeras de comunidad.
Las dos madres llorando dirigieron la mira al ser demoniaco, que de una patada mando el cadáver de la monja a la pared, volteaban a las paredes a observar las sombras que iban desapareciendo lentamente hacia la nada, quedando solas con aquel ser de ultratumba. Este sonreía y movía lentamente la cabeza hacia ellas, dirigiéndose en tono sarcástico, las dejó escapar de aquella casa, con la amenaza de irlas a buscar el día que menos esperaran, ellas sin pensarlo huyeron sin marcha atrás de aquella casa, dirigiéndose al departamento de policía.
Fue tanta la desesperación de aquellas monjas, que los policías las siguieron a la casa, pero cuál fue su sorpresa que al momento de ingresar, la casa se encontraba intacta y sin rastros de las escenas homicidas de aquel demonio. Todas las pertenencias se encontraban intactas, excepto el cuarto de la madre joven donde no había nada. Los policías tacharon de locas a las monjas, dejándolas solas en aquella casa. Con el tiempo la quisieron vender pero era imposible ya que los posibles clientes percibían olores extraños y una atmósfera negativa, impidiendo que esta casa fuera habitada otra vez, dejándola abandonada como sigue actualmente y dejándonos con la duda de qué pasó con el ser demoniaco.
Las dos monjas, decidieron emprender su vocación para evitar que ese mal se siguiera propagando. Una siguió colaborando y viviendo en la misma congregación hasta el día de su muerte, donde aseguran escuchaba voces y se aisló en su cuarto donde falleció.
La monja restante, regresó siguiendo su vocación y con permiso del obispo en turno, decidió vivir en casa particular, junto con sus papás y hermanas, que claro una de ellas era mi bisabuela, que asegura con su hermana monja, siempre hablaba a solas en la casa y cuando se sentía insegura, pedía asilo en las Iglesias del centro de S.L.P, para meditar y estar en paz. Hasta el día que falleció con los ojos abiertos y con la mirada al crucifijo.
Entre sueños y realidades
Arminda Rosario
Entre mis sueños vi… era de noche y era como si las casas de mi tía y mi abuela estuvieran juntas. Todos estábamos juntos para celebrar que era día de muertos, en eso mi abuela empezaba a contar que las brujas se acercaban y que luego dejaban caer calabazas como si fueran globos aerostáticos.
Después de unos minutos salía a la zotehuela por mi calabaza, pues era mi turno de ir, en eso veía las calabazas caer y a las brujas pasar por la casa, era entretenido pero al mismo tiempo aterrorizante, eran cinco calabazas las que caían. Cuando entraba a la casa, entraba feliz y asustada – contenta, pues eran las brujas lo que me asustaba.
Después era el turno de mi abuela, luego de mi tía y así sucesivamente, pero… ¡Eso fue sólo un sueño!
Cuando desperté, justo en ese momento mi mamá pasó por mi cuarto, yo me asusté, ella me preguntó lo que me pasaba y le conté.
Aunque… ¿será sólo un sueño?
El armario 1,2,3… toc, toc, toc…
Creación de E.T.M.
Karla había cumplido ya 12 años, por lo que sus padres pensaron que era tiempo de que dejara de compartir el dormitorio con su hermana menor, a lo que empezaron la remodelación de la cochera, así como empezaron a mudar sus cosas.
Karla se encontraba muy contenta por tener su propia habitación y el suficiente espacio y privacidad de acuerdo a su edad.
Como todavía no tenía muchas cosas su mamá la invitó a un bazar, donde se pueden encontrar todo tipo de cosas, algunas nuevas o bien de segunda mano, al ver los objetos que había en ese lugar le llamó la atención un pequeño armario de madera, con detalles de enredaderas, un poco maltratado pero aún en buenas condiciones. Decidió llevárselo, pensando que su papá podría restaurarlo, junto con otras cosas que compraron.
El padre de Karla lijó y pintó el armario dejándolo como nuevo, lucía hermoso en la habitación. Ella guardó ahí su diario y cosas privadas a las que nadie pudiese tener acceso.
Esa noche dentro del armario se escuchó un golpeteo extraño, como si alguien tocara... por curiosidad abrió las pequeñas puertas, pero no había nada, aun así los golpes no cesaban. Ella estaba segura que de que esos ruidos provenían del armario, pero pensó que era fruto de su imaginación.
La segunda noche, decidió dejar abiertas las puertas del armario y no escuchó de nuevo los golpes, se le hizo costumbre hacer esto y se olvidó del asunto. Sucedía algo extraño cada vez que guardaba cosas en él, pues cuando se descuidaba, estas eran arrojadas hacia afuera.
Pidió a una amiga que viniera a dormir a su casa para montar guardias juntas. Se divirtieron un poco al ver que el armario “escupía” lo que le ponían dentro, se desvelaban un poco hablando de varias cosas, cuando desde el pequeño mueble, un hombrecillo regordete y diminuto, asomó su cara entre las repisas. Era de color verde grisáceo, estaba desnudo, tenía una especie de cuernos a los costados, sus ojos apenas parecían abiertos, en su boca redonda había dientes delgados, largos y afilados, sus dedos largos y delgados se tomaban de las puertas para impulsarse hacia fuera, las niñas corrieron a la habitación del padre, éste para evitar más escándalo por la noche, se llevó el mueble fuera de la casa, pero lo dejó cerca de la habitación, la criatura subió a través de las paredes. Entró a la habitación y golpeteando dentro de un armario de ropa dijo – 1,2,3… Aquí estoy otra vez – dando un salto a la cama y devorando a las dos pequeñas.
Mi tía Nere
Creación de Daniel Muñoz
Vivía en la colonia Modelo y en cierta ocasión salieron mis papás llevándose a mis hermanos más chicos, Rene y Héctor, y nos quedamos solos mi tía Nere y yo.
Cuando mis papás salían, mi tía se quedaba haciendo alguna actividad como la de lavar los trastes, tender las camas o barrer la casa. El caso es que ella estaba haciendo su quehacer y yo andaba por ahí jugando cuando de repente escuchamos que alguien se acercaba a la puerta de la casa y abría la reja de la entrada.
Suponiendo que mis papás habían regresado, mi tía Nere me dijo que asustáramos a mi mamá cuando entrara, y nos escondimos atrás de un ropero que estaba acomodado diagonalmente en el rincón del lado de la puerta, de manera que cabíamos los dos en el hueco. Después de escuchar que abrían la reja, oímos el ruido de pasos como de alguien que se aproxima y se queda en la puerta para abrir. Nos quedamos esperando un rato a que abrieran la puerta, pero ni oímos que se retiraran ni que abrieran la puerta. Mi tía y yo nos quedamos mirando sin acertar a decir nada, mientras yo sentía que la piel se me erizaba.
En una ocasión anterior, en la misma casa, se encontraba mi tía trapeando la sala y dice que de repente oyó que alguien la llamaba muy quedito diciéndole: “pst” y sentía que le aventaban unas piedritas pequeñas como granos de arena. Ella detuvo lo que estaba haciendo y pensó que era mi mamá, quien le hablaba y volteó hacia todos lados pero no vio a nadie. Siguió con lo que estaba haciendo y ora vez se repitió lo mismo. De hecho, buscó en el suelo las piedritas que supuestamente le estaban aventando y no encontró nada. Después fue a buscar a mi mamá, quien se encontraba muy atareada lavando en el lavadero que estaba fuera de la casa.
En otra ocasión en la que se quedó mi tía Nere sola en la casa, como de costumbre, se puso a hacer la limpieza de algunos muebles de la cocina, y al estar limpiando una alacena vio que había unas bolsas que al abrirlas contenían monedas y por curiosidad sacó algunas monedas para verlas de cerca, aunque inmediatamente las regresó pensando que mis papás las habían guardado en ese lugar para que estuvieran más seguras y suponiendo que el dinero estaba contado, volvió a dejar todo como lo había encontrado, y terminó de limpiar el mueble. Cuando llegaron mis papás les comentó lo que había visto; sin embargo, ellos le dijeron que no tenían ningún dinero guardado y fueron a la cocina para confirmar lo que había dicho mi tía. Para su sorpresa, en la alacena no encontraron nada, concluyendo que el dinero era para mi tía o para nadie.
Aluxes
Creación de Eduardo Rivas Soriano
El huracán “Wilma” había dejado en una muy mala situación al caribe mexicano, en especial a la isla de Cozumel. Recuerdo que era el mes de Enero de año 2006, han pasado más de diez años y aún recuerdo como si fuera ayer lo que sentí cuando tuve la oportunidad no solo de viajar en avión, si no, también para conocer parte de la Riviera Maya y lo que fue uno de los viajes más extraordinarios que he tenido hasta el día de hoy.
-Tienes que viajar a Cozumel Lalo, es una buena oportunidad para supervisar la obra que tenemos en puerta debido a las remodelaciones que el huracán ocasionó – me dijo mi compañera de trabajo.
- Excelente dije, por fin haré un viaje en avión y tendré oportunidad de conocer, una vez termine el trabajo que tenga que hacer…
Y así fue, todo estuvo de maravilla, volar a Cancún y de ahí tomar un ferry a la isla de Cozumel, dónde ya me esperaban, recuerdo bien a mi compañero David que ya estaba esperándome en el muelle…
- Hola Lalo, que gusto verte, el clima está perfecto, te va a encantar el hotel donde estamos trabajando…
Fueron más de 3 semanas de arduo trabajo, lo cual me permitió tomar mi mochila con sólo una muda de ropa, dejar el resto de mi equipaje en el hotel e irme de mochila al hombro a recorrer un poco de lo que en mi mente tenía planeado.
Tomé el Ferry hacía playa del Carmen, mi destino las ruinas de Tulum. Lugar dónde todo ocurrió…
-¡Joven! “dijeron con voz enérgica” Las ruinas se cierran a las 5 pm, debe darse prisa…
-Claro que sí le contesté a un vigilante mal encarado y terminé mi recorrido, todo me fascinó, un lugar místico y con tanta energía, algo dentro de mí no quería abandonar el lugar, pensé, ¡estaría genial que rentaran un lugar donde pasar la noche! empezó a oscurecer, los sonidos eran más intensos, la oscuridad empezó a apoderarse del lugar, admito que sentí un poco de miedo.
-Disculpe Señor- ¿Un lugar dónde poder pasar la noche? Le pregunté a un encargado de los lockers, donde recogí mi mochila al salir del lugar…
-Claro que si joven, camine sobre la avenida y terminando las Ruinas, encontrará un lugar donde rentan cabañas y ahí puede pasar la noche- me dijo muy amable.
Confieso que a lo que él le llamó avenida, era sólo un camino muy angosto, invadido por la naturaleza, y sin iluminación, eso provocó que me sintiera más desesperado por encontrar un lugar donde poder pasar la noche, empecé a caminar más rápido y mis latidos empezaron a intensificarse, los sonidos de la naturaleza y sombras a mi alrededor crecían a cada paso.
Varios metros después, pude ver una luz, ingresé rápidamente y como bien lo habían descrito, un lugar con 4 mesas y una señora atendiendo muy amable…Woww me dije, justo lo que necesito, me dirigí a lo que parecía una recepción que constaba sólo de un escritorio deteriorado y un sillón viejo, el olor era peculiar, me vinieron a la mente recuerdos del baúl viejo de mi abuelo, el aroma de un lugar descuidado y húmedo, no le di importancia, con estar iluminado lo demás pasó a segundo plano…
-Qué tal Joven buenas noches, en qué le puedo ayudar- comentó una Señora de edad avanzada pero muy amable.
- Buenas noches contesté, ya más tranquilo, ¿tiene algún lugar disponible para pasar la noche Señora?
- Claro que sí, respondió muy amable, tenemos cabañas muy pequeñas a la orilla del mar, debido a que es reserva natural, no podemos tener electricidad, tenga su hamaca- fue lo que me dijo.
Todo comenzaba a tomar sentido, me sentía libre, a gusto, el ambiente era un ir y venir de sonidos extraños, grillos, viento y olas del mar, lo cual era maravilloso, tomé un tiempo para admirar el lugar, pedí algo de cenar, sin duda fue mejor de lo que esperaba, compré un par de latas de cerveza y agradecí a la Señora a la cual ya le había pagado la cantidad de $35.00 mxn, así es, parecía increíble que la renta de la hamaca con cabaña costara sólo $35.00 lo cual estaba increíble.
Fue cuando todo comenzó, bajé unas escaleras muy pronunciadas y mientras más bajaba, más me adentraba a la oscuridad de la selva, por fin pude llegar a la playa, suspiré y me dispuse a buscar la cabaña, pude ver alrededor de 10 mini cabañas, por fin encontré la cabaña con el número 3, por fin, me dije, era casi imposible poder ver a esa hora de la noche , pero lo había logrado, abrí el candado que sostenía la puerta y me sorprendí al darme cuenta que el lugar era más pequeño de lo que esperaba, solo cabía una hamaca de lado a lado la cual puse inmediatamente y sobre ella mi mochila, sólo había una caja y encima una vela sobre un plato de plástico y una caja de cerillos con la cual la prendí de inmediato.
Era algo increíble, la cabaña estaba hecha de troncos muy separados en donde era prácticamente visible hacia el exterior, JA, me dije “ qué podía esperar por la renta de la misma” sonreí y acomodé lo más que pude, era ya tarde, pero no lo suficiente para ir a dormir, recuerdo que aún no era media noche y tomé mis latas de cerveza, mi cajetilla de cigarros y un libro, “sí” un libro, al paso del tiempo me fui acostumbrando a la oscuridad y empecé a apreciar más el lugar.
Salí de mi cabaña y todo cambió, la luna era impresionante, estaba inmensa y el cielo parecía una alfombra llena de estrellas, las cuales parecía que podías sólo estirar tu brazo y tomar una, -¡qué maravilla dije! Mientras me dirigía hacia la playa, fue ahí donde encontré un viejo tronco y decidí quedarme a pasar un rato agradable, me encontraba a no más de 15 metros de dónde rompían las olas, las cuales para ese lugar eran muy, pero muy pequeñas, me senté y el efecto de la arena casi blanca era impresionante, ¿Pueden creer que podía leer a media noche? Pues así fue, Llevaba mi libro de “La hojarasca” una novela corta escrita por Gabriel García Márquez, publicada en 1955. Conocida por mostrar por primera vez Macondo, el pueblo ficticio hecho famoso en Cien años de soledad.
Por fin me sentí en paz, prendí mi cigarro, miraba las estrellas y el sonido de las olas era lo único que se escuchaba en ese inmenso mar de estrellas, Wow… que sorpresa, el reflejo de la luna en la arena blanca me permitía leer, al pasar aproximadamente una hora, vi caminar una familia tomada de la mano, como cualquier familia de dos adultos y un niño van de la mano por donde rompe las olas, me dije “qué maravilla, hacer eso es algo increíble, y con ese paisaje mucho más, no le di importancia, al pasar una media hora más, vi pasar otra familia pero ahora era sólo un adulto y dos niños, no podía distinguirlos bien, a pesar de que me encontraba a no más de 15 metros, sólo veía sus siluetas perfectamente bien definidas, pero me fue tan familiar la escena que seguí sin darle importancia, y bueno, después de un tiempo miré mi reloj y me percaté que ya eran más de las 2 am, terminé el último trago de mi lata de cerveza y antes de terminar el último cigarro que pretendía fumar esa noche, vi de nuevo una pareja pero ahora con 3 niños, me dije “qué raro, seguro hay un hotel mejor aquí cerca” seguí sin darle importancia y me dirigí a mi cabaña y me acomodé lo mejor que pude en la hamaca, los ruidos de la naturaleza y los insectos comenzaron a hacer su trabajo, efectivamente no pude dormir, era casi imposible, pude ver una serpiente pasar por una esquina de la cabaña, una tarántula pasando por debajo de la hamaca y los moscos parecía que estaban disfrutando un verdadero manjar ya que se escuchaba su zumbido cada segundo…
¡No cabe duda que todo tiene un precio pensé! Esto era prácticamente estar en contacto con la naturaleza, con la ayuda de un cigarro pude ahuyentar un poco los insectos y pude descansar un poco lo que restaba de la noche.
Al amanecer, estaba ya cubierto de ronchas, pero bueno, valió la pena, me repetía a cada instante para no sentirme tan mal, por fin me decidí a entregar mi llave y mi hamaca, no sin antes dar un último vistazo a ese maravilloso paisaje, me percaté que no había nadie a mi alrededor ni rastro de que alguna otra cabaña se hubiera utilizado, la verdad no le di importancia, mi menta estaba en llegar a la ciudad de Mérida, de tal manera que al llegar a la recepción del lugar, entregué las cosas y muy amablemente me dieron las gracias.
-Espero haya pasado una linda noche Joven- Dijo la señora extrañada y con un tono irónico.
-Muchas gracias Sra. el lugar es maravilloso, espero regresar pronto- le dije y me despedí del lugar.
Al salir a la avenida, empecé a caminar ya que no era una zona transitada y no me iba a ser fácil encontrar un taxi que me llevara a la ciudad más cercana, hasta que por fin apareció un taxi a lo lejos y le hice la parada.
-Por fin encuentro un taxi, muchas gracias señor- le dije al entrar al mismo y darle los buenos días, eran aproximadamente las 9:30 y el sol empezaba a darle vida al lugar.
-Joven, no me lo tome a mal, y disculpe la pregunta, ¿Pero pasó la noche en ese lugar donde lo recogí?- me dijo el taxista con una mirada y en tono de asombro.
-Sí, claro, entré a las ruinas y después no tuve otra opción que encontrar dónde pasar la noche- le contesté amablemente.
-No lo vuelva a hacer Joven- Exclamó el taxista.
-Porque, ¿Qué tiene de malo?- le contesté ya muy inquieto por el tono y la forma en la que me cuestionaba.
-Ese lugar es muy peligroso, ¿No vio nada raro?, en ese lugar se llevan a las personas, los ALUXES, cuidan las ruinas y se llevan a los turistas- Me dijo ya un poco más tranquilo.
Debo admitir que sentí un miedo inmenso, mi corazón empezó a palpitar rápidamente, incluso dolor de cabeza y un malestar estomacal sentí.
-No, no vi nada raro, el lugar es increíble y el contacto con la naturaleza es maravilloso- Le contesté con un nudo en la garganta y tratado de verme lo más tranquilo posible, ya que no tenía deseos de seguir tocando el tema.
-Lléveme al pueblo más cercano por favor- le dije al taxista, su nombre es “Pisté” un pueblito muy bonito y muy tranquilo a su vez, al llegar ahí me despedí no sin antes escuchar el consejo del taxista diciéndome que tuviera cuidado y que no volviera a pasar la noche en ese lugar.
Entonces fue cuando me vino a la mente todo lo sucedido, no dejaba de pensar en lo que me había dicho el taxista, me había dejado muy preocupado, fue entonces cuando me vino a la mente lo que vi la noche anterior, era imposible que siendo las 2 o 3 am, hubiera una familia con “niños” tomados de la mano que estuvieran paseando a la orilla del mar, tampoco era coincidencia que los viera pasar de derecha a izquierda, rumbo a las ruinas, y no verlos pasar de regreso, “No eran niños me dije, claro que no, su silueta era lo más parecido a uno, pero no lo eran, se llevaban a personas, al menos 5 que vi pasar, y se los llevaban totalmente frente a mí, sentí como un frío intenso recorrió mi cuerpo, me quedé helado, fui testigo de algo increíble, y sobretodo no entendía porque no me habían hecho daño a mí, porque fui testigo del secuestro de personas y retumbaba el nombre de Aluxes por mi mente, tal cual como me lo había contado el taxista.
Tuve una de las experiencias más increíble hasta el día de hoy, estuve en contacto de los guardianes de las ruinas, fui testigo del secuestro de personas que se llevan directo a las ruinas por invadir los lugares cercanos y pude vivir para contarlo.
El despertar
Creación de H.Z.
No hay cosa que me moleste más que enterarme que Sonia se purificó sin mí. Nunca le he llegado a reclamar nada, pero llevo guardando el enojo ya por mucho tiempo. En lo que respecta a ella, tengo la certeza de que le importa muy poco cuánto malestar me causa haciendo eso, cuánta polución espiritual me provoca. Simplemente se fragmenta en diminutas partículas para perderse entre las hojas de las plantas sin esperarme; entra a la boca de Lucila, nuestra perrita, se extravía entre los granos de tierra del jardín. Por eso no sentí ningún remordimiento aquella vez que decidí fusionarme sin Sonia. Cuando regresé todavía se atrevió a reclamarme. Me pidió, no, más bien me exigió, que no volviera hacerlo. Por supuesto, sólo asentí sin sentirme realmente arrepentido. Salir del planeta y ver el universo entero sin ella es una experiencia que no dudaría en volver a tener. En el fondo sé que Sonia también disfruta cuando se purifica sin mí, aunque siempre que regrese de la fragmentación me pida disculpas asegurando que la canalización energética la tomó por sorpresa y no pudo evitarlo.
Mandrake, nuestro maestro, nos ha dicho en reiteradas ocasiones que hacemos mal, que no debemos ceder ante el ego. Pero sobre todo, nos advierte de los peligros que involucra lo que Sonia y yo hacemos. Nos recuerda que no estamos lejos de alcanzar la armonía universal, que la humanidad ya está acercándose a la sincronía cósmica, y nuestras acciones no hacen más que poner en peligro a esta última. Sonia y yo aceptamos las observaciones de Mandrake con la solemnidad y el respeto debidos. Luego le pedimos disculpas a la chispa divina por nuestras cerrazones. Pero pasados algunos días volvemos a las andadas. Ella se purifica sin mí y yo me fusiono sin ella, haciendo que todo se vuelva un círculo vicioso.
Finalmente, como era de esperar, Mandrake nos planteó un ultimátum. Nos hizo saber que la policía kármica ya se encontraba vigilando de cerca nuestras acciones. Tenían registro de las veces que yo decidí fusionarme sin Sonia y ella se purificó sin mí. Había un expediente que daba cuenta de las ocasiones en que cada uno se mostró débil frente a la complacencia del ego. Lo que nos dijo Mandrake fue suficiente para que Sonia y yo cambiáramos de actitud. Poco a poco recobramos nuestro equilibrio. Nos subimos al flujo de la energía de la forma más dulce y delicada. Nos fuimos convirtiendo de a poco en un ejemplo para la humanidad entera. Mandrake no dudó en felicitarnos. Estaba orgulloso de Sonia y de mí. Por nuestra parte, empezamos a sentir, cada vez con mayor intensidad, el equilibrio del Uno, sobre todo en el momento en el que nos desintegrábamos en pequeñas partículas, o cuando salíamos del planeta, siempre juntos y con nuestros flujos energéticos plenamente sincronizados.
Mandrake nos avisó que el Despertar universal tenía ya una fecha. Leo habitaría la casa de libra, mientras que los Iluminados mandaron los respectivos mensajes para que nos preparáramos. En lo que concierne a la Tierra, ya se había hecho lo necesario para establecer la conexión entre los ejes de energía ubicados en cada una de las plazas sagradas. Sonia y yo nos entusiasmamos, finalmente lo lograríamos, el Despertar sería un hecho.
Acudimos el día pactado. Mandrake presidió la ceremonia. Había mucha gente, como nunca antes habíamos visto. La señal para comenzar con el Despertar estaba ya dispuesta en cada una de las plazas. Tomé la mano de Sonia, cerramos los ojos. El sol arremetía implacable. Una brisa llegó de no sé dónde para potenciar el momento. Nos concentramos. Articulamos nuestros chacras bajo el estatuto del Uno. Enunciamos el código. Gritamos el mantra. Una sensación de infinita paz se apoderó de mí, para luego disolverse de inmediato. Cuando abrí los ojos me encontré tumbado en el diván. Raúl, mi psicoanalista, se había quedado dormido. Supe que Mandrake jamás nos lo perdonaría. Ahora habría que empezar de cero. Levanté la voz para despertar a Raúl. Comencé a contarle sobre lo mucho que me molestaba que Sonia hiciera cosas sin mí.
Títeres de la justicia
Creación de Sergio Romero
- Ya puede abrir los ojos.
- ¿¿¿Ya???
- ¡Bienvenido al festín, pequeño!
Me llamo Alexei, un día sólo aparecí en esta silla con los ojos cerrados, o vendados, o quizá ¡sin ojos! No creo, porque ojos si tengo.
- ¿Qué? ¿Quién eres?
- ¡Oh! Me conoces pero te olvidaste, pero hoy me recordarás, ¡que se levanten las tapas! (El tipo raro jala una cuerda y las tapas de los platos se alzan, mostrando las horrorosidades que “comeríamos”).
- ¿Cómo planeas que coma partes de humanos con la boca?
- Ahora que vengan los invitados. (Le susurra al oído).
Por una puerta gris metálico salen seis cuerpos tomados de manos y pies por cuerdas que inician en el techo, parecen títeres en este festín.
El niño no puede creer lo que ve, gente sin nariz, orejas, extremidades, incluso una persona sin su miembro sexual.
- ¿Te gusta lo que ves?
El niño aún impresionado, no puede hablar, ni pensar en algo más que en el dolor que sintieron aquellas personas.
- ¿Qué, si te gusta lo que ves?
El niño shockeado traga saliva y lo voltea a ver.
- ¿Acaso crees que es lindo ver muertes?
- ¡Ja! Depende de quién sea la muerte.
- Obviamente de personas.
- ¿De qué tipo de personas? (Da un aplauso y grita) ¡A comer!
Alexei no tocó ni una vez el plato, pero el otro tipo y los “títeres” con toda normalidad, bueno los títeres únicamente levantaban las manos simulando tomar pedazos de comida para llevarlos a su boca.
- ¿No te gusta el humano? (Preguntó el tipo con comida aún en la boca).
A lo que Alexei dice con voz furiosa – No, y ¿a ti?
- No, tampoco, lo que como es carne de res, no de humano.
- Qué raro, viniendo de ti.
El tipo se levantó de la mesa y se acercó con Alexei – ¿Quieres que te cambie el platillo?
- Si me vas a servir algo que no sea humano, sí.
Pasan los minutos entre el momento en que entra a la cocina y en el que salió.
- Listo, toma tu comida jovencito.
Se veía muy bien, pero Alexei aún dudaba de la veracidad del asunto. Se ve dispuesto a tomar un pedazo del filete para probarlo, mientras el otro tipo lo mira con detenimiento.
- ¿Te gusta?
- Sí, qué buena comida.
- Qué gracioso.
Alexei se nota mareado y ve borroso, aunque en unos segundos se recupera, ve al tipo e intenta reconocerlo sin ningún resultado.
- ¿Crees que es bueno comer con un asesino desconocido? (Pregunta con voz retante).
- No, pero es mejor que comer aquí, que en el lugar donde naturalmente como.
- ¿Dónde comes? (Preguntó con mucho interés).
- No te diré. (respondió Alexei con voz muy retante).
- Bueno, si quisiera saber, ya lo sabría.
Estuvieron poco tiempo en la mesa, además por toda la zona se escuchaba nada más que un reloj, que al poco tiempo se apagó, creando un sonido espectral. El tipo desamarró por momentos a Alexei para llevarlo a su cuarto.
- Aquí vas a dormir y no me importa lo que digas. (Dijo el tipo con voz antipática).
Alexei demostró mucho disgusto, tanto en su rostro como en sus movimientos, pero a pesar de todo el enojo, se sentó en la cama de madera.
El tipo cerró la puerta y le puso llave, Alexei trató de forzarla sin ningún resultado, por unos minutos todo permaneció silencioso, pero al poco tiempo se escuchó un ruido en la ventana. Alexei observó por el sucio vidrio como el tipo raro salía con una gran bolsa, de la cual se asomaba una mano humana ensangrentada.
Alexei estaba impactado, aunque eso no era lo más raro que había visto esa noche. Se tiró a dormir en la cama, no sin antes analizar bien el cuarto en donde estaba. El techo se veía mal y en la pared contraria a la cama había un agujero por donde se podía ver un cuarto alumbrado sólo por unas velas.
En cuanto Alexei logró conciliar el sueño tuvo una pesadilla, por lo que se despertó muy confundido. A los 15 minutos de estar despierto escuchó ruidos en el cuarto de al lado, por lo que decidió observar por el agujero de la pared. Vio a ese tipo con una bandera roja y unas insignias en la mano, acto seguido las puso en el suelo y tomó una navaja que estaba tirada. Se creó una hendidura en la muñeca, sangrando todos los objetos que puso en el suelo.
Enseguida se escucharon palabras raras, como si pusieran una grabación al revés. Se creó un portal sobre las cosas del suelo, portal del que salió una persona como si fuera un fantasma blanco con un aura negra, este fantasma le hablaba en ruso y el tipo raro le contestaba también en ruso. La conversación duró pocos minutos, pero extraña. Al terminar la conversación el tipo raro tomó las cosas del suelo y salió del cuarto con ellas en mano. Cerró con llave la puerta y el sonido de sus pasos se fue alejando. Alexei tardó mucho tiempo en dormirse, pero lo consiguió.
A la mañana siguiente la puerta del cuarto de Alexei ya no tenía seguro, así que salió de su cuarto determinado a ver qué secretos obscuros escondía el cuarto de al lado. Se acercó a la puerta y con su mano tocó la manija de la puerta. En segundos el tipo raro corrió con dirección a Alexei y puso la mano sobre la puerta, evitando que se pudiese abrir.
- Recuerda que la curiosidad mató al polaco. (Dijo con voz cansada). O ¿lo mató el führer? Cómo sea, no abras esta puerta.
- ¿Por qué no quieres que abra esta puerta? (Le dijo Alexei al tipo raro como si lo retara). ¿Acaso tienes cosas para mayores de 18?
- ¡No! Sólo no quiero que abras esta puerta, sígueme.
Alexei fue guiado por el tipo raro a través de un pasillo en donde se apreciaban varias pinturas con monstruos como protagonistas y le atrajo una en especial.
- ¿Un hombre verde con cabeza de calamar?
- No es un calamar, es un pulpo.
- Bueno… lo que sea. ¿Por qué tienes esta pintura?
- Es una deidad de los antiguos pobladores.
- ¿Cómo se llama?
- Nadie sabe bien… Kazulu… Tulú… Ctulló, en fin, yo lo llamo Ktulú.
- ¡Ah! Ok…
La comida está lista, comes y me esperas, llegaré por la noche.
El tipo raro se fue y dejó cerrado todas las puertas, excepto la del cuarto de Alexei.
Alexei no tocó la comida, mejor salió de la cocina y siguió por el pasillo para toparse con una minibiblioteca en donde vio muchos libros raros y tomó uno de las estanterías.
- ¿La llamada de Kt… ksu… thu…? Ya basta.
En la estantería observó muchos títulos y algunos en un idioma desconocido, aunque hubo uno que le llamó en especial la atención.
- ¿Pestis tribus diebus? ¿Será latín?
Abrió el libro y encontró una serie de símbolos similares a cruces, quedando perplejo por los símbolos y los escritos en latín.
El día le pasó muy lento, pero casi al caer la noche llegó el tipo raro con sangre en las manos.
- Sube al carro. (Le dijo el tipo raro de seria manera).
- ¡Rápido!
Alexei corrió y se subió en el asiento del copiloto, seguido de esto, el tipo raro se subió y arrancó el auto. El trayecto fue corto.
Llegaron a una tienda llamada “Nivich tienda”. Se detuvieron afuera y estuvieron en silencio unos momentos, hasta que Alexei habló.
- ¿A quién o qué esperamos?
- Dimitri Vizcaidovich, asesino y violador, lo investigué en 2008 y hasta ahora lo encuentro.
- ¿Castigas criminales?
- Sí.
- ¿Cómo te llamas?
- Sergiev III de Nóvgorod, pero ¿qué te importa?
- Yo me llamo Alexei de Nóvgorod Dzaev, por si te interesa.
- ¿Tu mamá es?
- Catalina Dzaev Kemal… es turca, ¡ja!, qué raro.
- Sí, que raro. (Dijo mientras veía fijamente la tienda por la ventana del carro).
- Bueno, respecto a eso ¿por qué no te ha buscado?
- (Alexei empezó a notarse triste). Pues, murió en Austria cuando tenía cuatro años. Mi papá era científico en Moscú, el afirmó la existencia de otras dimensiones; por esto último, el gobierno de Estados Unidos lo persiguió y lo mató. Por suerte me dejó una carta en donde me pedía que castigara a los criminales y políticos ineptos.
Sergiev abrió la puerta en cuanto vio a un tipo vestido de verde que iba camino a la tienda. Sergiev pasó cerca del tipo de verde como si nada, pero en el momento justo, le tiró un golpe que dejó completamente noqueado al tipo.
Alexei miraba perplejo como Sergiev introdujo al tipo en la cajuela del auto.
- Lo que viste, lo hago diario.
Llegaron a la casa y Sergiev encerró a Alexei en su cuarto, toda la noche se escucharon gritos de súplica y sonidos extraños, al silenciarse la casa se vio una fuerte luz alrededor de la puerta de cuarto de Alexei, acto seguido, se abrió esta última. Alexei salió asustado del cuarto y al pasar por el pasillo donde estaban colocadas las pinturas de los seres extraños se espantó y sintió un frío que le recorrió todo el cuerpo, caminaba y mientras lo hacía, sentía que unos mórbidos ojos lo observaban.
Llegó a un cuarto en donde se veía humo proveniente de una llama que fue apagada, además de una nota:
- “Si no regreso en tres días, haz lo que dice en la última página del libro ‘Pestis tribus diebus’, estantería uno, fila nueve, sección uno, libro siete”.
Alexei un poco conmocionado fue rápidamente a buscar el libro, que ya había visto con anterioridad. Al encontrarlo, lo abrió en la página mencionada encontró una carta, para su sorpresa era otro texto en latín: “deazu invocatio hominis plaga”.
En ese lugar ya no existe nada
Creación de Carmen Cardozo
Visitaba a una amiga que vivía en insurgentes, por la colonia Roma. En la entrada se podía escuchar música tropical proveniente de uno de los locales que aún funcionaba y también podían verse parejas bailando a través del cristal. Enseguida entramos al edificio y todo se encontraba en total silencio. Comenzamos a subir las escaleras, ya que los ascensores no funcionaban, únicamente estaban los huecos y en las paredes algunos botones rotos que sirvieron para llamar al ascensor. Aún entraban destellos del atardecer que alumbraban las escaleras. Fueron cerca de siete pisos los que subimos. Caminamos por un largo pasillo que tenía varios apartamentos, unas puertas estaban cerradas, otras entreabiertas y algunas entradas ya no tenían puertas.
Mi amiga me dijo que me llevaría a ver los mejores apartamentos. Entramos a uno que parecía haber sido una oficina. Aún mantenía escritorios y sillas. En las paredes había tapiz color beige con líneas color vino, las cortinas mantenían un estilo antiguo con estampado de flores en diferentes tonos, eran como de la década de los años setenta. Los muebles parecían intactos, era como si sus habitantes hubieran desaparecido. Recorrimos cada rincón y aún podía sentir alguna presencia caminando junto a mí. Al salir fuimos a otro despacho, este también mantenía algunos muebles y junto a una de las paredes estaba un gran librero, albergaba cerca de cien libros, con portadas y hojas carcomidas por los rayos del sol que también habían desgastado las delgadas cortinas que ahora lucían amarillentas. De pronto, pude ver como una persona pasaba detrás de mí, giré la cabeza de forma alarmante pero no logré distinguir a nadie. Mi amiga me dijo que eso era muy común en ese edificio.
Transcurrieron cerca de cincuenta minutos mientras visitábamos algunos despachos de tres pisos distintos, por los pasillos todavía podía percibir la vida que algún día hubo en aquel gran monstruo arquitectónico. Era como si todo cobrara vida y de pronto llegara la nostalgia. No podía entender el hecho de que hubieran abandonado el lugar y el porqué de los muebles inermes. Había libros, plumas, lápices y papeles aún firmados por personas que quizá ya no existían, pues estaban firmados desde hace casi treinta años, cuando el edificio fue abandonado meses después del terremoto el 85, ya que aseguraban que había sufrido daños estructurales.
El sol ya comenzaba a esconderse y subimos a la azotea, eran varios pisos donde sólo se podía percibir tristeza y soledad. Nos sentamos en unas sillas polvosas a observar el anochecer. Era sorprendente la vista en aquel lugar, podían verse todos los edificios emblemáticos de la ciudad. Luego de unos minutos mi amiga me dijo que bajáramos ya, pues era tarde y la noche había caído. Los pasillos permanecían obscuros, sólo se llegaba a observar alguna luz lejana proveniente del exterior. Entramos a su apartamento y todo estaba limpio. Le pedí que prendiera la luz y ella me explicó que sólo los dos primeros pisos y el sótano tenían luz, así que necesitábamos utilizar velas. Eso me pareció muy incómodo e inseguro, aunque ella afirmaba que otros apartamentos también estaban habitados y sus vecinos de igual forma utilizaban velas.
Esa noche cenamos tranquilas mientras tomábamos una copa de vino. Tenía mucho tiempo que no veía a mi amiga. La plática fue tan agradable y el ambiente propicio, que por unas horas olvidé donde estaba aquel día. Cerca de las dos de la mañana decidimos dormirnos. En el transcurso de la noche varias veces me desperté, pues tenía la sensación de escuchar pasos y voces en el piso de arriba. No quise asustarme ni despertar a mi amiga así que todo lo atribuí a que eran los vecinos, ya tiempo después supe que nadie vivía la planta de arriba.
Por la mañana nos despertamos y salimos del departamento para ir a desayunar, pero ahora saldríamos por el sótano que alguna vez funcionó como estacionamiento. Esa fue la parte más tétrica que tuve en aquella visita, pues sólo unas cuantas lámparas funcionaban y se escuchaba caer agua proveniente de tuberías rotas por distintas partes del lugar. Traté de mantener la calma, sin embargo podía escuchar sonidos como de pisadas y podía asegurar que alguien me estaba observando y siguiendo, entonces apresuré el paso y vi la luz del exterior, habíamos llegado a la salida y me respiración se había sosegado.
Esa fue la única vez que visité a mi amiga mientras vivió ahí, no quise volver a experimentar los sentimientos de terror, nostalgia y tristeza que había experimentado ese día. Mi abuela siempre me dijo que los lugares guardaban sonidos y vestigios de lo que había sido en vida una construcción, pero en ese edificio no supe diferenciarlo entre todo lo que viví.
Florita
Creación de A.D.N.
Era la noche del primero de noviembre y a lo lejos se dejaba oír un canto de mujer, era tan dulce y tierno que en la penumbra caminé y fui a buscar de dónde provenía, a lo lejos se distinguía una luz y eso llamó aún más mi atención. Caminé y caminé y a la luz llegué, para encontrar que se veía una mujer tan esbelta y alta pero que no volteaba, estaba de espaldas, y en cuanto volteó la belleza que veía de espaldas, de frente no existía; era atemorizante, me llené de miedo y me lancé a correr, bajando del cerro a una velocidad increíble, pues era una chica muy buena para correr, sólo que el temor hacía que bajara mi velocidad, siendo que era tan buena corredora.
Al llegar abajo, empecé a caminar por la barranca y al llegar a la esquina de la casa de la abuela me di cuenta que aquel ser ya había bajado, entonces me hinqué pues no podía con ese temor que me paralizaba, ella lo sabía y me dijo: “Vengo por ti Florita y corras para donde corras ahí llegaré y conmigo te llevaré”. Entonces empecé a gritarles a mis ancestros fuertemente y sólo llegó la abuela Luz y me dijo: “No tengas tanto temor, ya deja de correr Florita, ella cuando algo quiere se lo lleva”, y pensé que por mí ya venía. Me abracé a mi abuela, y ella me dijo: “Deja de ser tan cobarde o tendré que cachetearte”. Callada me quedé mientras la abuela decía: “Deja ya de estar chingando, pinche vieja con cara de caballote, eres fea, aparte de que jodes y jodes, así llevas muchos años y ahora le toca a mi nieta, pero ahorita te desgreño y bien sabes que miedo no te tengo”. Entonces ella con toda su bondad que siempre tuvo se le enfrentó a esta vieja presumida, y la abuela derrotole, y la vieja cara de caballote sólo el vestido se alzaba para correr más rápido, la abuela le jalaba los pelos largos, le arrancaba la peluca y la calavera se le veía, pues era la muerte que quería llevársela en este día del primero de noviembre.
Llevarse quería a Florita, pero la salvó su abuelita y la muerte que corrió y corrió, a Florita esa noche no se la llevó.
Del otro lado
Creación de ChEt
Era la primera vez que vivía solo, al parecer era un barrio tranquilo. Como hace mucho tiempo no veía, los niños jugaban en las calles, la gente platicaba fuera de sus casas; mientras bajaba las cosas del auto, ellos me observaban con extrañeza; una mujer de unos 60 años fue la primera que se acercó a hablarme: -Debes ser el “nuevo”, Carlos me dijo que ya había rentado el departamento, mi nombre es María, verás que te sentirás muy bien aquí, todos nos llevamos bien y siempre nos cuidamos. Agradecí su gesto, me acompañó hasta la entrada del edificio, no sin antes mencionar todas las reglas y cuotas del lugar, me dio un papel con los calendarios de pago y prácticamente, de manera sutil, me amenazó con que evitara el retraso de los pagos. Esa noche, me sentí devastado, no escuchaba más que mi respiración y pensaba que debí comprar una mascota antes de mudarme, sentí la necesidad de hablar con mis padres, pero eso me haría ver como un pequeño desamparado en busca de amor y consuelo. Decidí leer un poco, hasta que lograra conciliar el sueño, me distrajo el ruido de la calle, al parecer alguien discutía con fervor, mi curiosidad me hizo prestar más atención para averiguar más detalles, me asomé a la ventana, pero no se veía alguien afuera, sin embargo, las voces iban subiendo de tono, golpes en algún mueble, alguien arrojó algo que se rompió. Llegué a la conclusión de que la discusión provenía del edificio donde me encontraba, al parecer de los pisos de abajo.
Han pasado tres noches, cada día se hace más difícil dormir… ¿Por qué siguen juntos si todos los días discuten? Siento que algún día van a llegar a los golpes, a veces imagino que llegará algún investigador a preguntar si habíamos notado algo extraño, iba ser el momento de que pudiera hablar de todo lo que he estado escuchando. A la mañana siguiente me armé de valor y fui a tocar la puerta del primer departamento, tenía curiosidad por saber quiénes vivían ahí, nadie respondió. Al dar la vuelta me encontré a María -¿Necesitas algo? - su rostro era amable, me limité a preguntar si alguien podría darme razón de los ruidos que se escuchan cada noche, pues tenía la sospecha de que habían sido en ese lugar. Ella me miró con extrañeza y nerviosismo, según ella no existían ese tipo de incidentes en esa colonia y que si en algún momento se daba alguna situación extraña, seguramente se trataba de gente que estaba de paso. Su respuesta no me tranquilizó, así que decidí enviar un mensaje a mis amigos invitándolos a una reunión en mi casa a la noche siguiente, la primera que contestó fue Katia, ella se encargaría de organizar a los demás para que todos pudieran asistir.
Llegaron a las 10, era sábado, así que ninguno tuvo problemas, todos me felicitaron, elogiaron la zona y el departamento, después de varios tragos, todos fueron cayendo en letargo; menos ella, sé que buscaba ese momento… el deseo era una constante en su mirada, fui hacia ella, la despojé de todo en unos pocos movimientos, temblaba, hice lo que tenía que hacer… de nuevo quedé rendido a mis manías, esta vez no escuché los gritos. Katia despertó, buscó mi cuerpo en la cama, pero yo no podía dejar de mirar a la ventana, la noche era fría… esas voces, esos golpes secos, todos dentro de mí, todos recordándome ese día, vi mis manos hinchadas, rojas…¿Acaso eso era sangre? No la mía, no la de ella, estaba en un punto donde la conciencia se encuentra con el pasado, con esa dimensión que conecta una vida y otra… al rededor, la habitación, la luz a medias, esas sombras, los gritos, mi cuerpo enfurecido, todo se mezclaba, todo estaba dispuesto para enloquecerme, no distingo dónde estoy… ni siquiera quién soy, bien puedo ser el asesino, bien puedo ser el amante ausente, pero estoy siendo ambos y no sé cuál de los dos podrá permanecer…
Mortaja del cielo baja
Creación Natanael D2D
La noche cayó sobre el pueblo y la soledad de la plaza era sobrecogedora, como si todos hubiesen salido corriendo a esconderse en sus casas en cuanto las campanas de la iglesia sonaron lánguidas marcando las seis de la tarde.
La tarde caía y tenía bastante hambre, llevaba horas viajando rumbo a mis vacaciones ideales, así es que decidí salir de la carretera al mirar a lo lejos sobre los muchos árboles que había a la orilla del camino la cúpula de una iglesia, pensé que habría un pueblo y que en él algo de comer diferente a las secas galletas que llevaba, en kilómetros era el primer poblado que vislumbraba, así que ni lo pensé y me desvié en el camino empedrado que se dirigía hacia allá.
Al llegar al pueblito se me hizo fácil estacionarme a lado del puesto de antojitos, se veía todo tan rico que no pude evitarlo, y no me equivoqué, las quesadillas que pude comer estaban deliciosas, quería más pero la señora que me despachaba tan delicioso manjar empezó a recoger todo y me dijo que era mejor que me fuera en cuanto sonaran las campanas. Hasta el plato en el que comía me dejó la señora y se fue. No tomé en serio lo que me dijo aquella mujer, pensé que se trataba de su prisa y que como ya quería irse me lo decía para que me apurara, lo que sí se me hizo muy malo de mi parte es que no le pagué, no me gusta deberle a nadie, siento que es de mala suerte.
Mientras deleitaba mi comida observaba todo lo que había a mi alrededor, se veía tan tranquilo todo en aquel pueblo, las casas que alcancé a ver eran antiguas, de adobe principalmente y muy bien pintadas de amarillo con azul, en realidad se veía armonioso y a pesar de que la gente se veía pobre todo combinaba. La plaza tenía muchas cosas talladas en piedra, y la iglesia se veía de principios de la conquista, austera pero muy bien conservada, destacaba una pieza en el centro de la plaza, una gárgola en forma de demonio muy detallada, daba un poco de escalofrío verla y eso que yo no soy fácil de espantar con esa clase de detalles, he visto tantas cosas en la vida que esa debería de haber sido una más. Soy arquitecto y es fascinante quedarme viendo por horas todas las construcciones que encuentre, y más tratándose de la arquitectura de un pueblo, de verdad que es hasta mágico imaginar quién vive en cada casa o cómo será que construyeron tal o cual cosa. La gente era un tanto rara, si hubo un momento en el que me sentí cohibido con las miradas escudriñadoras de algunas personas que caminaban por el lugar, la mayoría entraba y salía de la iglesia, una que otra señora se cuchicheaba con su acompañante mientras pasaban cerca de mí. Ahora que lo pienso, no vi niño alguno en aquel lugar, la mayoría era gente mayor.
Al ver que la señora se fue y que ni siquiera le pagué decidí dejarle en el plato un billete que cubriera mi consumo, encontré a un lado de donde estaba sentado una piedra de regular tamaño que pondría encima del plato para que no se volara mi billete, mientras sacaba la cartera, las campanas comenzaron a repicar, estaba tan entretenido que cuando volteé la mirada hacia la plaza me estremeció ver que ya no había nadie, hasta el plato cayó al suelo cuando vi que una bruma comenzó a salir del mismo, y más susto sentí cuando al recorrer con la mirada la plaza observé que la gárgola del centro ya no estaba. No me quedó más que salir corriendo, hasta el billete solté del miedo. Me subí rápidamente al auto y pisé el acelerador, tuve tanto miedo que no quería voltear atrás. Mi imaginación volaba y pensaba que si volteaba el demonio aquel me seguiría, así que fijé la mirada solo el camino y sus piedritas, yo no suelo rezar y hasta rezando iba. No me sentí seguro hasta que llegué a la carretera.
Me detuve en la primera gasolinera que encontré varios kilómetros más adelante. Había una lonchería y una tiendita, como ya era noche, me metí a la lonchería a tomar un café para bajar los nervios. Había varias personas en el lugar, casi todos en su mayoría traileros, así que el miedo bajó por completo, ya no quería pensar en nada; en cuanto me senté la mesera se me acercó para darme la carta y la bienvenida. Le dije que solo quería un café y pan, que no tenía mucha hambre, pues había comido en el pueblo unos kilómetros atrás, el del camino empedrado. Al escucharme uno de los hombres que se encontraba en la mesa de al lado soltó la carcajada; la verdad es que no entendí que le podía causar tanta risa, si yo apenas dije unas cuantas palabras, lo volteé a ver con cara de curiosidad y enojo al sentir que se burlaban de mí.
“No se me vaya a enojar amigo, pero es que todos por acá sabemos que estos tres días el lejano pasado se hace presente, el camino que usted cuenta ya no existe y ni qué decir del pueblo que está al final del mismo. Déjeme le platico que ese pequeño lugar fue devastado hace más de 100 años, con la llegada de una rara y mortal enfermedad. Cuentan que con la ayuda del curita se vacunó a todo el pueblo, supuestamente el gobierno de Porfirio Díaz le pagó para obligarlos, haciéndoles creer que era para que no se enfermaran de la viruela negra, no había muchos habitantes, la mayoría de los jóvenes se habían ido pa’l gabacho o se metieron de soldados, creyendo que sus vidas mejorarían. Fue una verdadera desgracia, pero esos muertitos no se fueron, ahí se quedaron; menos mal que no se le trepó ningún viejito en su carro, como le pasó a un compañero al que se le ocurrió dormirse dentro del tráiler, ya que después de comer le agarró el mal del puerco y se le hizo fácil echarse un coyotito. Al despertar salió de ahí vuelto loco, lo encontramos en el camino porque hasta el tráiler volteó al quererse entroncar con la carretera, de puritito milagro que se salvó, quedó internado por un tiempo en una casa de salud mental y ahora dicen que habla solito, pero que está mucho mejor. Por eso a los que no saben mejor ni se les asigna esta carretera en estos días. Cuenta la leyenda que en el centro de la plaza hay un demonio, simbolizando al que les trajo la vacuna y que si te pesca no sales de ahí y tu alma será llevada directito al infierno. Así que mejor le invito un trago para celebrar que salió con bien amigo, para que olvide lo que vio y para que no se le olvide que jamás se vuelva a meter por allá, que hay muertos que no hacen ruido y es más grande su penar”.
Muertos
Creación de Eduardo Rivas Soriano
Era 31 de octubre del año 2003, estábamos llegando a Morelia, un lugar maravilloso y excelente para pasar día de muertos en Janitzio, “Isla del pueblo de Pátzcuaro” se estaba convirtiendo en tradición familiar, era la 3ra. vez que pasábamos ´´estas fechas” en ese lugar, todo iba bien, llegamos al Rancho el “El vaquerito” lugar al que siempre llegábamos, ya que la familia tiene un terreno el cual está solamente acondicionado para acampar, lo cual era maravilloso, porque llevábamos nuestras casas de campaña, nuestros sleeping bags y aditamentos para realizar una acampada familiar y buena convivencia. Íbamos 4 autos los que sumaba alrededor de 16 personas, suficiente para hacer un excelente día de campo.
Todo comenzó el día 1ero de Noviembre, en el restaurante “Los Viejitos”, lugar que acostumbrábamos acudir a su cena baile, el cual está padre, comes riquísimo y tienes la oportunidad de ver el show del baile de “Los viejitos” baile típico de Michoacán, eran ya las 10:00 pm, nos disponíamos hacer una fogata y pasar una velada agradable, por lo cual tomamos camino al rancho, localidad que se encontraba a 20 km aproximadamente del centro de Morelia y debíamos tomar la carretera mil cumbres. Yo iba con uno de mis Tíos (César), Chícharo le decimos de cariño, íbamos en caravana, pero tomamos la decisión de hacer una parada en una tienda y comprar un par de cervezas, una botella de tequila y algo de botana para la hora de la fogata.
Eso nos quitó el tiempo suficiente para perder la caravana.
-No pasa nada- Me dijo mi tío con voz segura – Conozco perfectamente el camino, ahorita llegamos
-ok.- le dije y salimos de la tienda, nos subimos al auto y tomamos camino y justo al entrar a la carretera, pasamos por la última gasolinera, la cual era lo único que iluminaba el camino, el cual ya para esa hora de la noche, era un poco tenebroso.
De pronto, a unos cuantos metros, un sonido muy fuerte y un golpe inesperado hizo que nos orilláramos.
-Maldición, un bache hizo que se ponchara la llanta- me dijo César.
-No sólo una, mira- le dije al darme cuenta que las dos llantas del lado derecho se habían ponchado.
-Qué mala suerte- me dijo ya con un tono de desesperación
-Tranquilo, no pasa nada, ahorita cambiamos una con tu refacción y esperamos un taxi para ir por la refacción del auto de mi mamá, el cual para nuestra suerte era del mismo modelo.
Y así fue, sacamos la llanta de refacción, mientras uno alumbraba, pusimos el gato para levantar el auto, al ser ya casi la media noche, era difícil ver pasar un auto y mucho menos un taxi, para lo cual me dispuse a ir a la gasolinera que habíamos dejado atrás, la cual se podía ver a lo lejos, y me dispuse a hacerlo, el frío empezaba a calarme los huesos, la temperatura bajó de manera inesperada, la chamarra que traía puesta no era suficiente para cubrirme del frío, pero por fin pude llegar a la gasolinera, al único despachador le pregunté si existía un lugar abierto dónde poder reparar una llanta ponchada, a lo cual me respondió – No joven, hay una aquí enfrente, pero está cerrada y ahorita no va a encontrar nada abierto, a menos que se regrese hacia el centro de la ciudad.
Eso era prácticamente imposible ya que no podíamos mover el auto y para ese entonces no teníamos celular como para marcar y que vinieran a auxiliarnos, en ese momento vi pasar una pequeña camioneta color morada (Tracker) la cual se detuvo a cargar un poco de gasolina, iban dos personas adultas, pensé “si no podemos encontrar un taxi, puedo pedir un ray para ir por ayuda”.
Me acerqué con pena a saludarlos para pedirles ayuda y al verlos me impresionó tanto su imagen de mal gusto, me vieron como si fuera algo raro y subieron la ventana, me di cuenta que se parecían mucho entre sí, pero no era mi imaginación, eran dos personas con cabezas de cerdo. Así es, dos personas mal encaradas con cabeza muy parecida a la de un cerdo, me impactó tanto que no pude decir ni una sola palabra, en ese momento sentí un miedo intenso y muchísimo frío, el cual me tenía entumido los dedos de las manos y de los pies, ya no podía seguir ahí solo y corrí al lugar dónde estaba César cambiando la llanta, al llegar ahí, había tenido problemas al cambiarla, se había doblado un poco el rin y no podía aflojar un par de birlos, justo en ese momento pasó un taxi, al cual le hice la parada y muy amable se detuvo a ver qué pasaba.
-Un favor Señor, ¿puede llevarme al km 20, al rancho vaquerito? - le dije ya con un tono un poco con miedo y suplicándole- ya que no teníamos luz y el bosque parecía que se apoderaba cada vez más de la carretera.
-No voy hasta allá amigo, además traigo pasaje, pero permíteme llegar al lugar dónde voy y te mando uno- Me dijo con una voz que me reconfortó un poco.
Debo admitir que eso me dejó más tranquilo, el tiempo pasaba, la noche se intensificaba y el frío se incrementaba en cada momento, de pronto un taxi se acercó a nosotros, venía del camino hacia el que nos dirigíamos, se dio una vuelta en “u” y nos dio las buenas noches.
-Ve tú, no te puedo dejar solo aquí- me dijo mi tío, debo admitir que no quería dejarlo solo, el lugar era muy solitario y muy tenebroso, pero acepté.
-Ok. Tienes razón Cesar, en cuanto llegue me traigo el carro con la refacción, no tardo- le dije y me subí al taxi.
-Muchas gracias, me dijeron que nos iban a mandar un taxi, se lo agradezco, vamos al km 23 al rancho “El vaquerito”.
-Nadie me mandó joven, pero lo llevo con gusto, le voy a cobrar $ 100.00 ¿le parece bien? – dijo el taxista.
-Claro, excelente- y fue lo único que dijo en todo el camino, iba rapidísimo, se ve que conocía perfecto el camino, porque tomaba las curvas con gran habilidad, me dije “así son los taxistas” a mitad del camino, vi que al querer tomar una curva pronunciada, se abrió demasiado, incluso tomando prácticamente todo el carril contrario, me agarre fuerte del asiento y mire en plena curva la camioneta morada que hacía una hora más o menos acababa de ver, pero sin titubear se abrió camino y no hizo ningún comentario, era evidente que algo había pasado, la camioneta estaba volteada sobre el acotamiento, trate de hacer algún comentario pero la rapidez por pasar ese tramo por parte del taxista, me hizo aferrarme a mi asiento y mantener el silencio.
Por fin llegamos, ya estaba la fogata prendida y les sorprendió ver que bajara solo, y de un taxi, en un instante se acercaron mis familiares a preguntar qué había pasado y porque había llegado yo solo.
-Tenga Señor y muchísimas gracias- Le dije al señor taxista, el cual muy amablemente me sonrió y pude verlo a la cara la cual se me hizo familiar y me dio mucha paz.
-Estamos bien, no se preocupen- les dije a toda la familia que en un instante me había rodeado, a la cual mientras les explicaba de una manera rápida, nos disponíamos a ir por mi tío, mi hermano, otro tío y yo, nos dispusimos a ir por él, no tardamos más de 5 minutos en salir, mi Tío (Hugo) hermano de César, iba manejando el auto de mi mamá, el cual era del mismo modelo de César y ese era el motivo por el cual decidimos llevarnos ese, de tal manera que a mitad de camino, mientras contaba cómo habían pasado las cosas, mi hermano y yo vimos una camioneta en el acotamiento casi volteada, ahora se trataba de una camioneta blanca, de esas tipo Ford con caja, mi tío si bajó la velocidad y seguimos el camino, sin hacer una pregunta al respecto, ya eran casi las 2:00 am y hacía muchísimo frío, pero por fin llegamos, César ya estaba dentro de su auto esperándonos porque el frío era demasiado.
-Ya llegamos César, ¿Cómo estás, como te fue con la llanta, vi que ya la pudiste cambiar y quitaste la de atrás para estar listo?
-Qué bueno que llegaron- respondió titubeando y con una cara no sólo larga si no también pálida, fue todo lo que dijo mientras bajábamos la refacción del otro auto, no pasó más de 10 minutos cuando ya teníamos la llanta puesta y nos preparamos para regresar, Hugo y mi hermano subieron al auto de mi mamá y César y yo, subimos a su auto.
El ambiente lo sentía muy tenso, no me decía ni una sola palabra, decidí prender el radio para romper un poco el hielo que existía en el auto, me dije “seguro ya está cansado, no pasa nada, lo importante es que estamos bien y ya vamos en camino”
De pronto a mitad del camino, escuche un grito aterrador…
-Es mi hermano, va en el carro adelante pero escuche que gritó mi nombre, LALOOOOOOOOOOO- bajé el volumen de inmediato cuando me tomó de la mano César y me dijo con voz entrecortada.
-Cuando te fuiste en el taxi, mientras intentaba quitar la llanta, sentí que tocabas mi hombro y me preguntabas como iba… en ese momento me congelé del miedo y no pude ni voltear, me quedé estático, era tu voz cabrón, no sabía que hacer-
-No manches, y quién era- le contesté ya muy nervioso por lo que había pasado.
-Después de eso llegó el taxi que te había llevado, inmediatamente como unos 10 minutos más tarde y me ayudó a cambiar la llanta, muy amable sacó su llave de cruz y con esa pudo aflojar los birlos, quise pagarle por su ayuda pero no la aceptó, se me hizo muy raro pensar en la idea de que te fuera a dejar y regresara de inmediato, pero estaba tan espantado que no quise hacer más preguntas, solo agradecí y me despedí.
-No puede ser, si tan sólo tardó más de eso en ir a dejarme, más el regreso, debió haber estado aquí después de media hora, no inventes- le dije sorprendido.
Por fin llegamos al campamento, yo tenía mucho frío por lo que decidí quedarme un poco de tiempo en la fogata, ya era muy tarde y sólo nos estaban esperando nuestros familiares, de tal manera que César no quiso probar ni una sola lata de cerveza, ni mucho menos un trago de tequila, llegó directo a su casa de campaña y se durmió, me dije “seguro si se espantó” porque él nunca hubiera hecho eso.
En compañía de mi familia y con más calma le conté lo ocurrido a mi hermano y a mi mamá, no le dieron mucha importancia, sólo agradecían que estábamos bien y que sólo había quedado en algo material lo de las llantas, total, sólo me quité el frío en lo que aún quedaba de la fogata y me dispuse a dormir.
Al amanecer, me despertó el ruido de mis familiares levantando el campamento, teníamos que apurarnos para dirigirnos a la isla de Janitzio, en donde vivir el día de muertos es muy especial, es una isla muy pequeña y muy adornada por la fiesta de muertos, ya listos y en rumbo, pasamos por la gasolinera y ya por la mañana pudimos pararnos en una vulcanizadora, la cual con gusto nos ayudó a parchar las llantas, cual fue nuestra sorpresa que ninguna de las dos llantas estaba ponchada, se habían desinflado del golpe con el bache, al menos eso fue lo que sentimos, solo tenían un poco doblado el rin.
- Qué raro- dijo César, sentimos que se habían reventado las llantas y corrimos a ubicar dicho bache.
-No lo puedo creer, aquí no hay nada y justo por la madrugada juraría que algo nos golpeó e hizo que se desinflaran las llantas.
-No pasa nada, gracias a Dios estamos bien- Me dijo César en un tono desconcertante, obvio no quedé tranquilo, hablamos de lo sucedido todo el camino hacia Janitzio, llegamos a la conclusión que no debíamos pasar por ese camino, justo en ese momento, algo o alguien nos ayudó a no cruzar, sólamente lo pudo hacer el taxista, el cual consideramos era un tipo ángel que podía ir y venir a los dos mundos, las camionetas que lo intentaron quedaron varadas, fue la noche del primero de Noviembre y justo pasó todo al llegar al día dos, justo cuando se hace la conexión con el mundo de los muertos, el frío era insoportable, justo como lo mencionan cuando hay un fantasma o ente extraño del mundo de los muertos.
Así fue una de las experiencias más extrañas y maravillosas que tuvimos el día de muertos en Morelia, Michoacán.
Los habitantes
Creación de Carmen Cardozo
Hace unos años me mudé a la colonia Escandón en la cd. de México, el edificio donde vivo data de los años 70s y desde que llegamos, en una de las habitaciones se sentía una vibra muy pesada, en las primeras semanas fue muy común que las cosas se cambiaran de lugar. Podíamos buscar por todas partes y las cosas no aparecían, horas más tarde podíamos encontrarlas a la vista.
En una ocasión recuerdo que mi pareja y yo ya nos habíamos dormido, era época de mucho calor y desperté porque sentí que la sábana se estaba jalando, mi pareja despertó casi al mismo tiempo y me preguntó si yo estaba jalando la sábana, pregunté lo mismo al instante y no fue así, estaba siendo jalada por una fuerza sobrenatural, nos levantamos corriendo a prender la luz y no había nada extraño. A los pocos días, rezamos y pusimos agua bendita y por un tiempo todo cesó, pasadas unas semanas eso regresaba, se abrían las puertas de las habitaciones, sobre todo en la que se sentía la vibra pesada. En otra ocasión yo estaba en la cocina y la licuadora se encendió, podía verse como oprimían una y otra vez un de los botones, entonces la desconecté, ese día dije de groserías hasta que se me pasó el susto. Semanas más tarde, estaba a espaldas de la estufa y una hornilla se prendió de pronto, asustándome, pues es eléctrica y no había forma de que se prendiera sola, apliqué la misma táctica de decir groserías hasta que pasó.
Algunas veces, también llegamos a ver una sombra pequeña que corre por el departamento, eso lo atribuimos a una gatita que teníamos de color obscuro que murió ahí y por eso no nos da miedo. Otras ocasiones nos han despertado algunas voces y a mi pareja le han tocado la espalda. Han prendido o apagado las pantallas, movido cosas, tocado a las puertas o ventanas, así han transcurrido algunos años, hacemos oración y echamos agua bendita y un tiempo deja de haber manifestaciones. La última vez que me llevé un gran susto fue cuando estaba la abuela de mi pareja sentada en un sillón, ya se estaba durmiendo y de pronto suspiró profundo, luego una voz como sacada de ultratumba se escuchó como si fuera un susurro pero con voz fuerte, mi pareja y yo nos miramos con sorpresa, miramos a su abuela pero no estaba abriendo la boca, mi piel se erizo de miedo e intentamos poner atención aunque no logramos entender nada de lo que dijo aquella voz.
Yo nunca he visto fantasmas, pero algunas personas que nos han visitado y mi pareja, dicen que han visto a un hombre y a una mujer. El administrador nos preguntó si habíamos visto algo raro, al inicio dijimos que no, ya luego nos dijo que una mujer había muerto aquí hace varios años. Yo pienso que hay varios seres pero no hemos sabido que hacer para que se vayan totalmente.